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Tribuna

El año de la Armada

Doña Leonor, por su inteligencia y dedicación, ha superado con creces el reto general de convertir un joven en Oficial llamado a liderar a sus subordinados a través de situaciones que pueden ser difíciles por el entorno marítimo en que se desarrollan

El año de la ArmadaRaúl

Hace un año se hizo a la Armada un delicado encargo: formar como uno de sus Oficiales a la heredera de la Corona Doña Leonor de Borbón. Relatar mi percepción de cómo se ha desarrollado este importante cometido y qué consecuencias podrá tener para la Armada es –en este día de nuestra Patrona la Virgen del Carmen– el intento de estas líneas.

La Princesa de Asturias, como el resto de sus compañeros en este año, es una persona en las cercanías de los veinte años. A esa edad en que abandonas la adolescencia, tu comportamiento puede ser muy diverso en función de la responsabilidad que el entorno te otorgue. Puedes actuar como un adulto completo o mostrar signos de inmadurez si te siguen considerando un adolescente. La Armada intenta formar a sus Guardiamarinas en conocimientos y responsabilidad aunque considerándolos alumnos todavía no se les aplica el Código de Justicia Militar pero sí un sistema educativo y disciplinario estricto. Doña Leonor, por su inteligencia y dedicación, ha superado con creces el reto general de convertir un joven en Oficial llamado a liderar –sin más motivación que la propia– a sus subordinados a través de situaciones que pueden ser difíciles por el entorno marítimo en que se desarrollan. Y esta nueva adquirida personalidad deberá ser compatible no solo con la disciplina de aceptar órdenes, sino de mostrarse siempre leal con sus superiores. Este proceso normalmente le lleva a la Armada cinco años, pero en el caso del Guadiamarina Borbón ha tenido que ser comprimido en tan solo uno, si bien es cierto que parte de esta manera de comportarse y su ética asociada es análoga a la del Ejército de Tierra y la Infanta venía de un año en la Academia General de Zaragoza. La parte operativa de la Armada era sin embargo esencialmente novedosa para ella, salvo algunas materias: meteorología, artillería, etc., consolidables con los otros dos ejércitos. Ha habido que diseñar un plan especial para Doña Leonor que sustituya a lo que un Alumno corriente debe aprender en cinco años en la Escuela Naval Militar para obtener su despacho de Oficial y el título de Ingeniería asociado. Como Udes. sin duda comprenderán todo este proceso ha sido difícil tanto para Doña Leonor como para sus Profesores. La Armada se distingue de otras profesiones –como reconocía el viejo Diccionario Marítimo– por lo sublime de sus teorías y lo rudo de sus prácticas. Así pues, parte del año del Guardiamarina Borbón ha estado embarcado, primero en el «Juan Sebastián de Elcano» y posteriormente en la Fragata «Blas de Lezo». El «Elcano» puede sonar más a aventura que a dureza para un Guardiamarina pues cuando embarca en él ya viene fogueado por numerosas singladuras. Pero para Doña Leonor que provenía de un entorno terrestre ha debido ser más difícil que para sus compañeros. El embarque en la «Blas de Lezo» le habrá servido para comprobar lo denso de los ejercicios tácticos en la mar en relación al devenir clásico del «Elcano». Creo que todo este esfuerzo de la Armada y la Heredera ha logrado, no que Doña Leonor esté formada como un Oficial naval normal, pero sí que pueda comprender cómo piensan y cuál es la organización superior de la Armada, aspectos quizás más importantes dada la alta responsabilidad que le espera.

Pero este año de formación de la Princesa de Asturias ha traído consigo otra consecuencia adicional: ha puesto el foco de la atención nacional sobre la Armada y eso que numerosos acontecimientos domésticos e internacionales –la mayoría de ellos desagradables– han atraído la de los españoles durante este agitado periodo de tiempo. La Armada, mas allá de lo llamativo de sus uniformes –Doña Leonor los ha realzado sin duda– y la impresionante estampa de sus buques es una Institución que se esfuerza en defender los intereses españoles en y desde la mar y eso que nuestros gobiernos y la población en general no tiene una gran sensibilidad marítima. Los tiempos que nos está tocando vivir están notablemente agitados por actores tan variopintos como los Sres. Trump y Putin. Son periodos de congoja internacional y más que pueden acontecer. Las Marinas de Guerra no son instituciones que se puedan improvisar, pues los buques exigen periodos largos de definición y construcción y la formación de sus dotaciones –y aquí solo hemos vislumbrado la de los Oficiales– requieren muchos años. Sirvan como ejemplo los submarinos clase S-80 y la agonía del reemplazo de la aviación embarcada. Aumentando un año los fondos no se remedia el abandono de tanto tiempo aunque sí puede mejorar la operatividad de la Fuerza al financiarse mantenimiento, combustible y dietas. Y este aumento de actividad es lo que nuestra opinión pública está pudiendo captar como telón de fondo de su atención sobre Doña Leonor. Pero después de tantos años aceptando disciplinada y resignadamente las decisiones del gobierno de turno, la Armada tiene problemas graves de descapitalización aunque no sean tan evidentes; solo cabe rezar para que no seamos llamados a actuar antes de haber logrado salir del pozo en el que caímos. Ojalá la futura Reina de España cuente con una Armada que pueda defender nuestros intereses adecuadamente. Y de paso, comprenda a los marinos.

Ángel Tafalla Balduzes Académico correspondiente de la Real de Ciencias Morales y Políticas y Almirante (r).