Sin Perdón

Aragonès visita a sus opresores

«Aragonès tuvo sus efímeros 10 minutos de gloria, defendió su traición al nacionalismo catalán aceptando la amnistía»

No hay duda de que Aragonès, nieto de franquista e hijo de convergente, es el paradigma de una víctima de la cruel opresión que sufrimos los catalanes de manos de los españoles. Hay que agradecerle que acudiera al Senado para defender la amnistía que les ha ofrecido Sánchez para comprar su investidura como presidente del Gobierno. No tuvo ningún problema para expresarse en catalán y avisar que «la amnistía no es un punto final, es el punto de partida hacia un referéndum». No hay nada como ser una víctima de la represión. Una vez terminada su intervención, que estuvo a la altura de su talla intelectual, mostró que los catalanes somos superiores y se marchó sin escuchar al resto de presidentes autonómicos, ya que no merecen su atención. Como típico representante de la burguesía comarcal sabe que España es un buen mercado para colocar los productos y quiere una ruptura que no cambie esta situación. No en vano es el 132º presidente de la Generalitat, mientras que los otros son unos recién llegados. En realidad, es un disparate histórico, pero estoy tan acostumbrado que me hace sonreír, y es la expresión de ese acomplejado provincianismo que tiene el nacionalismo catalán.

El remontarse a la Diputación del General, que era una comisión económica elegida por las Cortes celebradas en Cervera en 1359, muestra un desconocimiento profundo y pertinaz de la realidad. Desde entonces, siempre han existido historiadores ideologizados y aficionados a la Historia que han ofrecido interpretaciones poco rigurosas sobre el papel y el poder que tuvo la Generalitat frente a la Corona en la Baja Edad Media y en la Edad Moderna hasta los Decretos de Nueva Planta. Es evidente que no tiene nada que ver con la Generalitat republicana establecida en 1931, que tuvo como primer presidente a Francesc Macià. Fue un ejercicio de arqueología institucional, dicho irónicamente, para resolver el conflicto provocado por su proclamación la República Catalana como un estado integrante de la Federación Ibérica. Aragonès tuvo sus efímeros 10 minutos de gloria, defendió su traición al nacionalismo catalán aceptando la amnistía e hizo el ridículo asegurando que es un punto de partida para lograr el referéndum independentista.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)