Canela fina
Barça, el equipo y el club
«No se puede confundir la calidad de los jugadores del Barça, del equipo, y los presuntos delitos de ciertos directivos»
El Barcelona ha sido siempre uno de los equipos señeros del fútbol mundial. Sus éxitos nacionales e internacionales ahí están. Sus victorias acreditan la calidad futbolística de sus jugadores. Además, ha robustecido a la selección española. Todos los aficionados recuerdan la contribución del gran Basora, el mejor extremo derecha del fútbol español; del gato con alas, el inolvidado Ramallets; de la alta calidad de Gonzalvo III; de aquel César que se distinguió por su clase que a todos asombraba; de la solidez inacabable de Busquets; y de tantos y tantos futbolistas excepcionales que enriquecieron el deporte español.
Naturalmente una cosa es el equipo de fútbol y otra muy distinta la empresa del club, algunos de cuyos dirigentes han podido presuntamente ser prevaricadores o corruptos. Tanto el ciudadano medio como el aficionado tienen derecho a que se esclarezca una situación que se ha presentado a la opinión pública con indicios incuestionables de delito. Florentino Pérez ha distinguido sabiamente entre el equipo y el club y se ha personado en la causa abierta por la Fiscalía.
Pero, ojo, habrá que tratar este asunto con pies de plomo, por razones de justicia y por razones políticas. No se puede caer en la trampa de cuestionar la calidad deportiva de los jugadores del equipo. Sí se pueden y se deben aclarar los presuntos delitos de algunos directivos del club. Pero si se confundieran ambos factores, el equipo y el club, se provocaría una reacción política de carácter secesionista que penetraría en anchos sectores de la vida catalana.
La prudencia y el buen sentido deben presidir cualquier acción en favor de la recta intervención de la Justicia y de la clarificación de una situación que sólo afecta presuntamente a algunos directivos del club. Los agitadores de la acción política anticonstitucional llevan unas semanas frotándose las manos porque saben muy bien a dónde conduciría un tórpido planteamiento de la cuestión si se confunden las cosas y no se deja a un lado la ejecutoria deportiva de los jugadores del Barcelona, que es indiscutible, y al otro lado la gestión de algunos de sus dirigentes que es discutible y que resulta necesario aclarar, sin perder de vista que estamos jugando con fuego.
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