Editorial

Blanquear el terror no puede salir gratis

Es la democracia en retirada y la quiebra moral e institucional con el deber de guardar la memoria, la dignidad y la justicia

Pedro Sánchez se ha convertido en el primer presidente del Gobierno en reunirse con representantes de la órbita de la banda terrorista ETA. Lo ha hecho en el marco de la ronda de contactos para lograr apoyos a su investidura y sus interlocutores han sido los portavoces de Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurua, y en el Senado, de Gorka Elejabarrieta. Es una imagen que no debe sorprender. Representa la secuencia a una legislatura de complicidad con la formación de Otegi y Josu Ternera en las Cortes y en administraciones territoriales. El lenguaje corporal del presidente en una cita que ha querido que fuera pública nos hace colegir que Moncloa da por blanqueado a Bildu tras intensos esfuerzos por parte del aparato mediático y propagandístico de Moncloa. Tal es así que Sánchez ha posado relajado y sonriente junto a una condenada por enaltecimiento del terrorismo como Aizpurua, que fue directora de Gara entre 1999 y 2004, y editora de Egin en los años 80 y 90, clausurado por ser «parte del entramado de ETA». Nada de todo esto ha incomodado al presidente. El álbum fotográfico del encuentro entre el líder de un partido que puso las víctimas y los albaceas de los verdugos contrasta con el rictus y el tono de las reuniones con Núñez Feijóo. La izquierda ha tomado partido y ya ni siquiera se parapeta en la equidistancia por tacticismo. Han sido de nuevo las víctimas, ese colectivo maltratado hasta la náusea por este gobierno como por ningún otro de la democracia, las que han calibrado con tino el significado de la reunión entre Moncloa y la versión de ETA y su proyecto supremacista y de terror por otros medios. Para la AVT, se ha consumado «la infamia y la traición» con algo «impensable» en cualquier otro país europeo, la negociación «con un partido que ha llevado a más de 40 terroristas en sus listas recientemente». Tienen razones de peso para expresarse en esos términos, que rezuman, además de indignación, altas dosis de desconsuelo y desazón. Pensar en estos momentos en que tanto sacrificio, tanto dolor, tantos asesinados y torturados inocentes han devenido en la fotografía de ayer en el Congreso solo puede provocar desesperanza en las gentes de bien. Bildu es la penúltima marca de ETA, que ni ha condenado los atentados ni ha colaborado con la Justicia en el esclarecimiento de más de 300 crímenes ni se ha arrepentido. Pero el PSOE habla de normalidad y de que no hay «elementos de excepcionalidad» con un partido que no ha repudiado siquiera los ataques a la tumba del socialista Fernando Buesa hace unos días. La foto con la sonriente Aizpurua simboliza como ninguna la derrota del vencedor por unos miserables escaños y el poder. Es la democracia en retirada y la quiebra moral e institucional con el deber de guardar la memoria, la dignidad y la justicia. Es difícil asumir que el mayor peligro para la convivencia y el futuro resida en La Moncloa. Y pese a todo, Sánchez entenderá más pronto que tarde que blanquear el mal no sale gratis.