Cuaderno Africano

La cuerda se ha roto en Costa de Marfil

La Razón
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La cuerda se ha tensado tanto que ha terminado por romperse. Tras meses de incertidumbre, de reuniones, acusaciones, todo ello espolvoreado de misticismo y acompañado de dudosas decisiones internacionales, Costa de Marfil ya es noticia. Se habla de graves enfrentamientos, de violaciones de los derechos humanos por parte de ambos bandos, de cientos y cientos de refugiados.

El origen del caos es Laurent Gbagbo, aferrado al poder, incapaz de asumir su derrota electoral de noviembre. El caos que lleva envolviendo el país desde hace casi diez años ha generado más caos. Hasta que Costa de Marfil ha decidido que no aguanta más el bicefalismo. Que no puede soportar tener un presidente depuesto que se sigue llamando presidente y un presidente electo, Alassane Ouattara, al que todo el mundo reconoce como presidente, pero sin acceso real al "trono". La Unión Europea decidió forzar la salida de Gbagbo con un embargo sobre el cacao. No tuvo mucho éxito. Sin contemplar la palabra rendición, reaccionó como una fiera acorralada y amenazó a los exportadores instalados en el país con nacionalizar las toneladas de cacao almacenadas si no les daban salida pagando el correspondiente impuesto. Resultado: los asfixiados acaban siendo los productores. Y perjudicado queda el presidente electo, que, con el apoyo al embargo, no gana precisamente adeptos en este campo.

Después llegó la resolución de la ONU. Sanciones a Gbagbo y su entorno, incluida su mujer, Simone, la "mala"de la pareja, aquella que grita sin pudor que "los marfileños no le tenemos miedo a la guerra".

La puntilla real ha sido el avance de Ouattara desde el norte, el norte ninguneado durante demasiados años.Y la deserción de los fieles que apoyaban a Gbagbo, el cristiano evangelista que acude a Dios y lo utiliza para atacar a su contrincante, musulmán. Ese contrincante que parecía una solución y cuyos seguidores ya han sido acusados de graves violaciones contra la población. El futuro no es prometedor.

De entrada uno se ha caído del tablero. Las tretas, la violencia de los escuadrones de la muerte, los rezos no le han servido al presidente depuesto. Ahora está en paradero desconocido. Vaya donde vaya, ya sabe que al palacio presidencial no volverá