Biblioteca Harley-Davidson

Canto primaveral

En primavera, esos pequeños placeres aligeran los penosos rigores del invierno y los alejan de nuestra memoria

Huyendo de la campaña electoral española, me vine hace unos días a Londres con la esperanza de que las únicas noticias que me llegaran de nuestro país fueran exclusivamente los severos correctivos que el Real Madrid le impone cada equis tiempo al Chelsea.

Durante unos plácidos días, no he tenido que soportar ni tertulias de influenciadores a sueldo, ni noticiarios capciosos, ni discursos de veinte folios. Es decir, me he librado de todos los venerables recursos que en nuestro país un político como dios manda pone en juego como propaganda cuando se acercan unas elecciones.

Me he dedicado al absoluto opuesto: a la estricta contemplación poética. En concreto, a la contemplación de la salida de los hinchas del Chelsea del estadio Stamford Bridge y ver cómo cruzan, cabizbajos y preocupados por su marcha en la Premier, las calles al norte del Támesis hacia el metro de Earls Court. Transportan ese sentimiento melancólico entre las venerables residencias señoriales de la época victoriana que flanquean el cementerio de Brompton, donde por las noches empiezan a cantar los primeros ruiseñores de la temporada. Un espectáculo digno de presenciarse: muchedumbres silenciosas arrastrando los pies hasta el metro mientras los ruiseñores debutan sobre sus cabezas.

Este martes repetiré una vez más esa epifanía con forma de paseo. Cuando uno es catalán y seguidor del Barsa, lo disfruta más. Si el Madrid repite victoria, el ánimo se elevará por el triunfo de un equipo de nuestro país. Si pierde, veré por fin sonreír un poco a unos hinchas británicos cuyo disfrutable sentido del humor les ha hecho componer, desde que mi paisano Cucurella juega en sus filas, cánticos con las palabras «paella» y «cerveza estrella» para rimarlas con su apellido.

En primavera, esos pequeños placeres aligeran los penosos rigores del invierno y los alejan de nuestra memoria. Uno desearía disfrutarlos eternamente y no saber de nuestra eterna trifulca hasta la jornada de reflexión del día 27 de mayo.