El desafío independentista
21-D Y DUI de mentirijillas
Vaya por delante que no está en manos del Gobierno, no en vano la separación de poderes garantiza nuestro Estado de Derecho y además cabe reiterar que no puede pedirse a los jueces mentalidad de políticos. Ahora bien, el que más y el que menos desearía una campaña electoral en Cataluña hacia el 21 de diciembre, tras la que nadie pueda lamentar la inevitable distorsión que acarrea la imagen de candidatos en prisión. Distorsión y hasta riesgo de una etapa política a partir del «22-D» marcada por una más que probable aspersión de tinta de calamar trufada de victimismo, de gresca y de recriminación en el nuevo contexto político, cuando no de impugnaciones.
Si se concreta la agrupación de causas y el Tribunal Supremo acaba asumiendo las que todavía competen a la Audiencia Nacional, la unificación de criterios ante el elenco de similares delitos repercutirá inevitablemente en el desarrollo de la campaña. No descubro la pólvora, Pero no es lo mismo que los líderes/candidatos del independentismo concurran por control remoto desde Estremera, liberados así de explicar las razones por las que durante dos años prometieron lo que no podían cumplir sencillamente porque no estaba a su alcance, que tener que dar la cara en toda una campaña electoral contando cómo se pretende gestionar en adelante su proyecto de ruptura unilateral, ese que parece haber pasado del «ni un paso atrás» a la más absoluta inviabilidad ante cualquiera que quiera ver y oír.
De darse el caso de una puesta en libertad bajo fianza al ex vicepresidente y ex consejeros con similares condiciones a las impuestas por el juez del Supremo a Carmen Forcadell será tremendamente indicativo observar a Oriol Junqueras hablar de libertad, de democracia, de derechos humanos, de coros, de danzas y de trajes regionales, pero ni una palabra de DUI. Así de sencillo. El auto del instructor Pablo Llarena resolviendo sobre la situación de la presidenta y miembros de la mesa del Parlament es tan claro y definitorio que hasta lo entenderían los niños a quienes TV3 pregunta en sus encuestas de programación infantil si saben lo que es un «preso político»: «Todos los querellados o bien renuncian a su actividad política futura o, los que deseen seguir ejerciéndola lo harán renunciando a cualquier actuación fuera del marco constitucional». ¿Se entiende? Parece que si.
Si Junqueras y los ex consejeros encarcelados obtienen esa libertad bajo fianza y no hay distorsiones más allá de la tediosa escapada gallinácea de Puigdemont y certificado que hasta las CUP dejan a un lado las multipaellas para repetir escaño y pisar moqueta, lo que viviremos es una campaña para no perderse desde fila 7 porque, de ir a más el patente desgaste de materiales independentistas, las dentelladas por las porciones de tarta en esos muy acotados dos millones de votos soberanistas harán que muchos no conozcan ni a su padre. ¿Cómo no vamos a arder en deseos de deleitarnos con el «profundo» cruce de ofertas entre Junqueras y Puigdemont? ¡Guárdenme sitio!
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