Agencia Tributaria
A dentelladas con el ministro
Pensaban los bienintencionados en el PP que con los ex ministros Soria, Fernández, Pastor y Margallo fuera del Consejo de Ministros, la soterrada guerra entre sectores del Gobierno terminaría por extinción de una parte.
Pensaban los bienintencionados en el PP que con los ex ministros Soria, Fernández, Pastor y Margallo fuera del Consejo de Ministros, la soterrada guerra entre sectores del Gobierno, enfocada principalmente contra Cristóbal Montoro, terminaría por extinción de una parte. Pero ahora, el ex titular de Industria reaparece con un ajuste de cuentas en formato de libro. Dice Soria que salió del Gobierno tras descubrirse sus empresas opacas en Panamá y las Islas Jersey porque Montoro utilizó la Agencia Tributaria para alarmar a Mariano Rajoy. «Nadie que haya operado desde paraísos fiscales puede estar en el Gobierno», sentenció Montoro en pleno fragor de la batalla que se llevó por delante a Soria como ministro.
Pero, cosas de la política, el que atraviesa hoy su momento más delicado es el titular de Hacienda. Primero, vapuleado por el Tribunal Constitucional, que le afeó hace unos días su amnistía fiscal por injusta para los contribuyentes. Después, zarandeado por el Congreso de los Diputados, que le reprobó mayoritariamente la pasada semana inclusive con los votos de Ciudadanos, socio preferente del PP. Y, por fin, por esa fea y poco aclarada puerta giratoria que Montoro cruzó al crear Equipo Económico, un lobby para asesorar a empresas sobre las que luego ha tenido que legislar.
Montoro acumula una larga lista de enemigos, sean estos periodistas, abogados, actores, deportistas, eurodiputados y españoles de todo color político. Ha esquilmado los bolsillos, con cambios de criterios de la Agencia Tributaria, a cientos de miles de profesionales para recaudar más, de forma rápida, con medidas aplicadas injustamente con carácter retroactivo.
Sin embargo, justo es reconocerlo, goza de momento de la mano protectora del presidente. Y al igual que en su finca de Jaén lo protegen cuatro soberbios mastines, la protección de Rajoy, cuando se trata además de bullas gubernamentales, no es poca cosa para frenar a tanto lobo deseoso de hincarle el diente. Incluso, aunque cada vez sean menos los que derramarían una sola lágrima si tuviese que abandonar su despacho de la madrileña calle Alcalá.
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