Empresas
Abono en el Titanic
Como la ingeniería financiera es el nuevo corso los países ya no saben cómo atajarla. En EE UU la campaña, enrarecida pero también explosiva, ha pinchado el asunto. Tanto Donald Trump como Hillary Clinton saben que el respetable anda caliente con los beneficios de unas empresas adictas a fumarse sus compromisos. La globalización, imparable y bendita, trajo como contrapartida un mar de los Sargazos donde los contables se agavillan para desviar el parné, liar a los jueces y confundir a los legisladores. Un potosí en dinero líquido bombea por las cañerías del sistema mientras la clase política, asfixiada, cuelga de los micrófonos su habitual sarta de consejas impracticables. Hasta que llegó Europa y mandó parar. La sanción de la Comisión Europea a Apple, 13.000 millones más intereses, ha soliviantado a Washington. No porque aquí piensen que la empresa apoquina lo que le corresponde, que no, ni de lejos, sino porque esperaban repatriar parte del dinero. Ofrecer una amnistía y repescar, a bajo interés, una porción de la tarta. Viva la vida y cada diez años un tejemaneje especulador para arramplar con la calderilla. En la práctica Apple pagaba a un tipo del 0,5% y no dejaba un euro en ningún territorio excepto Irlanda. Los pelirrojos irlandeses, truhanes, brindaron un acuerdo ad-hoc a la marca de la manzana mordida, asegurándose las sobras. Trataban al resto de socios europeos como a primos. Un tocomocho fiscal inconcebible en un club que muere si chulea o discrimina. Un torpedo rumbo a la yugular del sistema, puro funambulismo del que en España sabemos bien gracias unas leyes carlistas, inconcebibles, reaccionarias, y engrasadas para que en nombre de la diferencia lingüística y la disparidad gastronómica o futbolera algunos territorios oferten mejores condiciones fiscales. Lo único cierto, la única verdad del asunto, es que fuera de Europa, de un continente unido y coordinado, con políticas comunes, vamos tiesos. No hay forma de plantarse frente a los Miuras de Wall Street, Silicon Valley y la City por separado. Cuando los fantasmas de guardia alerten contra la pérdida de soberanía recuerden el caso Apple. Los enanos ceden y la alianza gana. Sólo así, y no mediante la homeopatía populista y el curaré nacionalista, podrán citar a unas corporaciones/Gulliver. La caricatura de los hombres de negro, paracaidistas malos que desembarcan desde Bruselas, encuentra en esta sanción su mejor respuesta. Un disparo de luz y taquígrafos para amueblar de una vez la contabilidad de unos países insolidarios, rapaces, codiciosos. Los difamadores de la UE esputan hoy con bilis los periódicos. Agitan el fantasma del paro o disparan contra Bruselas. Frente a la demagogia de unos y otros propongo repetirse en voz alta los beneficios de la fraternidad. La defensa del bien común no es un lujo. En un mundo donde las carabelas piratas son portaaviones o Europa abandona el proteccionismo cortoplacista y rechaza el chauvinismo o sus países, ahora sí uno a uno y sin faltar ninguno, ya tardan en comprar su abono en el Titanic. Orgullosos, solitos y a 3.821 metros bajo la mar océana.
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