Alfonso Ussía

Aguardo confirmación

La Razón
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Si de algo puedo presumir es de mi nivel de información. Tengo informadores en todos los rincones del mundo. Les pongo una muestra. Mi corresponsal en Manaos, Joaquim Das Antas, me termina de enviar el siguiente correo: «La tucana que anida en el teatro de la Ópera de Manaos ha puesto siete huevos». Mejor y más inmediata información, imposible.

Escribo muy pasadas las 10 de la mañana del 26 de noviembre del año que agoniza, el 2016. Intuyo que algo muy gordo ha sucedido en Cuba, aunque carezco de la confirmación necesaria para hacerlo público. No obstante, y de acuerdo a mi compenetración con el espíritu castrense, que en el caso de duda recomienda a los oficiales tener iniciativa, me atrevo a ello. Creo que Fidel Castro ha fallecido.

Me aventuro a insinuarlo, no a confirmarlo. Durante mi larga vida, Fidel Castro ha muerto en siete u ocho ocasiones, y lógicamente no quiero equivocarme una vez más. Claro, que en este caso y sin que sirva de precedente, se dan evidencias que en las anteriores muertes no se produjeron. Por ejemplo, que el hermano de Fidel, Raúl Castro, se ha dirigido al mundo y a Cuba anunciando el deceso del comandante en Jefe de la Revolución. Puede ser un detalle a tener en cuenta, pero Pablo Iglesias no ha dicho nada todavía, no se ha despertado, y para mí, si Pablo Iglesias no ha lamentado aún la muerte de su Fidel significa que su Fidel se mantiene con vida. Alberto Garzón sí ha llorado en un mensaje por Twitter la muerte de Castro, pero Garzón escribe muchas tonterías y su llanto no me merece excesivo crédito.

A la espera de la tardía confirmación bueno es intentar el dibujo escrito del presunto fiambre. Persona de enorme atractivo, gran conversador, inconmensurable fortuna y de indiscutible talento. Simultáneamente, un comunista leal con la tradición comunista. Ha encarcelado a decenas de miles de cubanos por sus ideas, y ha fusilado a decenas de miles de cubanos porque le caían mal. Luces y sombras. Pero también hay que reconocerle los méritos. Fidel Castro y su régimen han conseguido crear una Cuba libre, pujante, económicamente fuerte y plena de libertades. El problema es que esa Cuba no está en Cuba sino en Florida, pero sin él, esos cubanos que hoy viven mayoritariamente en Miami, no habrían huido de su tierra para crear riqueza en los Estados Unidos. La hubieran creado en Cuba, como es natural. Pero sería injusto no reconocerle a Fidel su influencia en el resultado final. Fidel ha arruinado la vida de los cubanos que no pudieron escapar, pero ha enriquecido y dotado de libertad a los compatriotas, que por cualquier medio, incluidos los artefactos flotantes conocidos por balsas, consiguieron navegar las 90 millas que separan Cuba de la Florida para rehacer sus vidas y respirar la libertad que el régimen castrista les negaba. Miles de ellos perecieron ahogados o devorados por los tiburones, que por aquellos mares abundan, pero tampoco vamos a ponernos tiquismiquis por esas minucias de las estadísticas.

Me informan de que en Miami, precisamente, una multitud ha tomado sus calles para celebrar el fallecimiento de Fidel. Es un dato, pero no una confirmación. En Miami han celebrado la muerte de Fidel en bastantes ocasiones y siempre han terminado los celebrantes retornando a sus hogares con la pesadumbre de la decepción. Es cierto que Raúl Castro y el sentimental Garzón han confirmado su muerte.

Pero yo no me atrevo a hacerlo hasta que lo haga Pablo Iglesias. Son las 11,35 de la mañana del 26 de noviembre, y todavía no ha dicho ni mú. Es lógico. Hoy es sábado y tiene todo el derecho a estar dormido.