Alfonso Ussía
Amor a la tradición
Respetando escrupulosamente la tradición, la izquierda comunista y estalinista ya está en los mamporros. En los mamporros que se atizan unos a otros. En un librito manuscrito, de autoría desconocida, un sargento de la Infantería nacional describe la situación en el frente. «El sol, primeros destellos./ ¿Atacamos, capitán?/ No, tranquilos, que ya están/ atizándose entre ellos». Pepe Stalin no asesinó a cien millones de rusos contrarios a la URSS. Entre esos pocos millones se cuentan a decenas de miles los comunistas, bolcheviques, y colaboradores del criminal que cayeron en desgracia y sufrieron la misma suerte que los rusos , los gitanos, los judíos y los que pasaban por ahí cuando pasar por ahí era muy peligroso. Ha tenido un gran éxito una tira cómica publicada en «El Diario Montañés» que establece las tres fuerzas principales de Podemos. La bolchevique, la menchevique y la Echenique. Iglesias, el del amor a la gente, pretende eliminar toda corriente adversa a sus procedimientos estalinistas. Los partidarios de Errejón, que conforman la gente amada que ya no merece tanto amor, buscan su supervivencia recogiendo los escombros del viejo PCE desintegrado por Garzón, el cómplice despreciado y depreciado de Iglesias. Monedero, que quedó medio inservible después del escándalo de los 400.000 euros, se mantiene en la cumbre camuflada, porque para Iglesias es imprescindible. Y el más peligroso es el de la silla, el importado, el montonero argentino, que por sus especiales y dramáticas circunstancias físicas, carece de piedad y de vergüenza, porque aún no ha agradecido a la Seguridad Social que le ha motorizado con generosidad inmensa lo que le negó el sistema sanitario de su país, Argentina. Y para colmo, no paga la Seguridad social de sus empleados inmediatos. Dentro de las características de la izquierda revolucionaria española, que en nada ha cambiado desde 1934, hay sectores más proclives a ser pulverizados a manos de los grupos dominantes deseosos del ejercicio de la exterminación del disidente. Ahí están los ejemplos de Kim-Jong-Un, Maduro y los Castro, héroes para nuestros aspirantes al doctorado del exterminio. Un doctorado que sólo puede ejercerse mediante el poder, tomado de las urnas o de la calle, como propugna Alberto Garzón. Bien le vendría a Errejón que meditara su futuro. Si algún día los bolcheviques y los echeniques alcanzan el poder político en España, su integridad peligraría, más o menos, como la mía, o las de los empresarios Amancio Ortega o Juan Roig, a los que odian por los miles de puestos de trabajo que han creado en los últimos años.
La mayor y más clara esperanza para que no consigan su propósito es el respeto a la tradición. A la tradición de odiarse entre ellos con anterioridad al veneno del odio que sienten por sus envidiados. De ahí la sencilla sabiduría y experiencia del joven capitán del epigrama. Aunque el sol haya nacido por oriente y el enemigo aguarde nuestro ataque, lo más recomendable es la quietud y la paciencia, porque se están matando entre ellos. Sucedió en la Guerra Civil, y muchos cuerpos enterrados en las cunetas pertenecieron a personas de las izquierdas asesinadas por otras izquierdas menos benevolentes. Inteligente medida. Que se aticen entre ellos, y cuando se hallen debilitados, nos hacemos con la posición a conquistar.
En los próximos meses, los primeros del año 2017, los círculos morados pueden empezar a disolverse en el ácido de Echenique. El dogmatismo revolucionario siempre lleva a la destrucción en una sociedad libre. No se acepta otra revolución que la del líder y el que se oponga a ella de acción o de palabra se convierte inmediatamente en un peligroso y traidor contrarrevolucionario. Entre el Ché, Castro, Cienfuegos y compañía se encargaron personalmente de destrozar con su pericia en el tiro de corta distancia las cabezas de miles de contrarrevolucionarios que combatieron lealmente a su lado hasta que comprendieron que la revolución era una gran mentira. Intuyo a Errejón más en el futuro de Rodríguez Menoyo o Fariñas que en el de un comandante de la revolución podemita. Pero Errejón sabe y teme lo que le aguarda, y aún tiene detrás a miles de militantes que ven en su frágil figura la única posible resistencia ante las fuerzas de Pablito Stalin y el malvado Beria motorizado.
Los que aguardan el fin de Podemos no tienen porvenir más inteligente en sus acciones políticas que esperar tranquilamente el cumplimiento de la tradición. Bolcheviques, mencheniques, echeniques, separatistas, oteguistas y sus hermanos proterroristas están a un paso del enfrentamiento. En este caso, no serán las cunetas las que guardarán el secreto. Serán los votantes los que terminen con la farsa. El votante de Podemos puede ser muy, pero que muy de izquierdas, pero a pesar de ello, no le gusta hacer el ridículo.
Leche que va, leche que viene.
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