Paloma Pedrero
Animales de amor
Si tienes un animal en casa, sobre todo perro o gato, el acuerdo es rotundo; es amigo entrañable, compañero leal y dador incondicional de amor. Con ese ser de cuatro patas y lengua infinita para besar, tienes una relación parecida a la que tienes con un hijo. Es un hijo que no crece, ni te contesta mal, ni se va de casa. Se irá cuando muera. Y el dolor que produce su desaparición, sólo se puede comprender si lo has vivido. Por eso es increíble que en las leyes aún se les considere «cosas». ¡Cuánto humano hay por ahí más cosa que la mayoría de estos bichos preciosos! Pero, por fin, con el retraso que nos caracteriza, el Congreso apoya, con unanimidad, el cambiar el Código Civil para que los animales se consideren seres y no cosas, e insta al Gobierno a hacer las reforma legales necesarias para que se defina a los animales como «seres vivos dotados de sensibilidad». Es un paso tardío e ínfimo, sólo eso, pero sea bienvenido. Estoy convencida de que algún día cuando, desde nuestra prepotencia, dejemos de tratar a los animales como seres inferiores a los que adiestramos sólo para la sumisión, ellos nos darán una lección de humanidad. Una humanidad que nosotros, según nos hacemos más «cosa», vamos perdiendo. No es un delirio.
Los animales de compañía nos demuestran cada día que sus instintos y sentires están enfocados hacia el amor. Mi perra, sin ir más lejos, cuando percibe que voy a salir, se sienta a mirarme con melancolía, y ya le puedo dar la mejor chuchería canina del mundo que no se la comerá. Ella me mira como diciendo; no tardes. Lo demás le da igual.
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