Ángela Vallvey
Anti feminismo
El movimiento feminista ha logrado que las mujeres se igualen con los hombres –al menos en teoría–, en el aspecto social, jurídico y político, y es una de las revoluciones más importantes de la historia de la humanidad. Sus logros dan cuenta irrefutable de que los seres humanos somos capaces de progresar, de ascender de manera clara en nuestra escala moral, de superar la penuria mental y abrir ventanas de oportunidad creativas para la especie. Gracias a la pujanza de este pensamiento, que ha germinado con éxito en las prósperas sociedades occidentales, vivimos en un mundo con cierta igualdad de oportunidades, un poco más justo, y con muchas más riquezas, no solo materiales. Pero el anti feminismo, otra fuerza poderosa, se opone a tal desarrollo social. Durante el reinado de Alfonso X (sobre 1252) se vivió un momento literario «interesante». La literatura castellana, por intermediación de los árabes, se vio enriquecida con cuentos y apólogos de la India, obras didácticas y traducciones de distintas lenguas al árabe y después a la lengua castellana. De este modo, a través de las traducciones, un anti feminismo de origen oriental penetró con fuerza en la literatura nacional, y en otras partes de Europa. La figura de la mujer aparece en esos textos con rasgos de maldad, astucia y frío cálculo, reforzada por sentencias lapidarias, que salen de boca de aparentes «sabios», y que la colocan en una posición despreciable, de ser ofensivo, lleno de debilidades y vicios, cuya repugnante existencia justifica su lugar de esclava en el «orden natural». En las obras «Calila y Dimna», «Bocados de oro» y el «Libro de los engaños e los asayamientos de las mujeres», por ejemplo, se hace gala de un ultraje misógino estremecedor. En ellas se define a la mujer como «bestia que nunca se harta, peligro para el hombre», «no hay peor mal que la mujer», etc. La mujer es presentada como animal de carga, ser del que se puede y se debe abusar, objeto para soportar el trabajo duro y parte necesaria, de obligado concurso, para la fornicación. Siglos después, en Europa, sobre todo gracias al impulso de los países protestantes, pioneros en reclamar legalmente los derechos de la mujer, todos somos algo más libres, más dignos. Lo que no sabemos, dado el panorama actual, es si este avance en la historia de nuestro mundo –comparable con las revoluciones tecnológicas, la globalización o la Revolución Francesa– es irreversible.
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