Política

Ely del Valle

Arturo y el Rey

Arturo y el Rey
Arturo y el Reylarazon

El hombre que ha conseguido convertir su apellido en una máxima política –más independencia, más dinero, más poder– ha ido de visita a La Zarzuela para explicarle al Rey su plan soberanista. Se ve que ha pensado que a lo mejor el hecho de haberle hecho un tapadillo al monarca en su toma de posesión le ha impedido a éste enterarse de qué va la cosa. A Don Juan Carlos no le ha quedado otro remedio que aguantar el tipo, porque la visita forma parte del protocolo que le obliga a recibir a los presidentes autonómicos tras haber sido elegidos y, sobre todo, porque, mal que le pese a algunos, sigue siendo el Rey de todos los españoles, Mas incluido. El «president», que cumplía años justo un día después que el Príncipe de Asturias –lo que confirma, dicho sea de paso, la falta de consistencia de la astrología– ha aparecido muy sonriente, como si su vida fuese una tómbola de luz y de color. El Rey, por el contrario, parecía haber pasado la noche soñando con un hombre del saco con cara de Urdangarín. Estoy convencida de que, de haber podido, hubiera cambiado la muleta por un estoque, pero nobleza obliga y en eso Su Majestad es impecable.

Al presidente, la audiencia real le ha sabido, según dijo él mismo, a regalo de trabajo, diálogo y cortesía. Como frase no pasará a la historia, pero tampoco parece que le importe demasiado. Él lo que pretende es ser recordado por hazañas mayores. Don Juan Carlos, sin embargo, no tiene mucha pinta de ir zumbando a enmarcar la foto del día. Como mucho, le pondrá por encima un velo negro, como hacen los judíos con los espejos en un velatorio, o como acostumbran algunos a cubrir su retrato en el parlamento catalán.