El desafío independentista

Astucia o chapuza

La Razón
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El domingo por la noche, Francesc Homs estuvo arropado por su guardia pretoriana. Excepto el conseller de Cultura, Santi Vila, y la vicepresidenta del Govern, Neus Munté, en la cena homenaje que le prepararon no había nadie más de enjundia. Sólo miembros de Convergència y algunos funcionarios del Gobierno de la Generalitat, entre los que se encontraba Miguel Ángel Escobar, delegado de la Generalitat en Barcelona, uno de los grandes fichajes de Homs para las generales. Se presentó de Senador, no logró el acta, y fue nombrado delegado en Barcelona. Ahora hace pinitos en Madrid. Como no fue el único cargo de confianza presente, sería interesante conocer si el viaje salió de su bolsillo o fue a cargo del erario público. La comitiva se amplió ante el Tribunal Supremo. CDC, con Artur Mas a la cabeza, entidades independentistas, con el presidente de la Asamblea Nacional, Jordi Sánchez, ERC con Joan Tardà, y representantes del PNV y En Comú Podem.

Homs declaró ante el juez «investido» en su papel de víctima. Algunos mal pensados explican que ayer fue su último gran «acto patriótico». Dicen esas lenguas «viperinas» que el Partit Demòcrata de Catalunya, otrora CDC, está pensando en cambiar a su líder parlamentario en caso de nuevas elecciones. «Parecerá un accidente», dicen con retranca. El PDC volverá a redoblar ánimos para convencer a ERC para una candidatura conjunta. Si el precio es Homs, «se pagará encantado», apuntan conocedores de las sensibilidades internas en las huestes de Mas que se cabrearon sobremanera por su papel en la elección de la Mesa del Congreso. Si van por separado, en el partido nacionalista los partidarios de enviar a Homs a segundo plano empiezan a ser multitud.

El ilustre diputado llevó la interpretación de su papel al máximo cuando dijo «la sentencia ya está cantada». Algunos se pueden escandalizar por estas palabras, pero este mensaje está en sintonía con el agitado desde hace unos años por el soberanismo: «España es una democracia de baja intensidad», que «persigue la democracia y la voluntad del pueblo de Cataluña». Ésta es la segunda clave de enjundia. El nacionalismo se arroga, sin escrúpulos, la opinión del conjunto de los catalanes. Con este argumentario, llegó Homs al Supremo y no se movió ni una coma. En la forma, porque era su manera de poner voz a la reivindicación secesionista y, en el fondo, porque judicialmente no podía.

Artur Mas, Joana Ortega, Irene Rigau y Francesc Homs fueron claves en la operación de la Generalitat para la celebración del 9-N. Fueron los «cuatro astutos» que siguieron la «astucia» para engañar al Estado que se fraguó en Palau. Los colegios se abrieron por arte de magia. Los directores entregaron las llaves a los «voluntarios». Casualmente. Las urnas de cartón se confeccionaron en las cárceles catalanas. Casualmente. Se convocaban reuniones, pero no se entregaba nada por escrito. Casualmente. Los ordenadores del 9-N llegaron a todos los colegios. El programa estuvo en forma para contabilizar los votos. Casualmente. ¡No! Los ordenadores estaban y el programa funcionaba porque todo el material se pagó con dinero público. ¿Por qué? Porque el entonces conseller Homs le dijo a la empresa encargada que tirara adelante. La carta fue firmada por Homs después de que el Constitucional parara la convocatoria. Ahora Homs dice que no era consciente del auto del tribunal. Como excusa no sirve para mucho. Por eso, «los cuatro astutos» se han envuelto en la bandera y acusan al tribunal de político. Buscan una salida a una chapuza que dejó a la mitad de los catalanes sin voz.