Martín Prieto

Bailando «Cambalache»

La Razón
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Cuando los milicos lo permitían me sorprendía que en las elecciones argentinas hombres y mujeres votaran por separado en colas y hasta colegios diferentes. Debí sufrir alguna paranoia sicalíptica dando en suponer que tal como el metro de Tokyo reserva vagones de señoras para evitar caricias no solicitadas en las horas punta, la autoridad electoral del Río de la Plata segregaba a las damas en cola propia, que en Argentina es el culo, palabra tabú. Muy tardíamente Eva Duarte de Perón obtuvo del «Gran Macho» el voto femenino, pero por prisas o desprolijidad hicieron un censo de género hasta que décadas después la informática unificó las listas electorales; pero aquellas filas separadas convergían en necesidades y propósitos muy sencillos y parejos, en una metáfora de lo que nos está ocurriendo ahora. El tango nació en el arrabal portuario de Buenos Aires y se bailaba entre hombres por falta de mujeres hasta que llegaron mercantes con hetairas europeas y siriolibanesas. «Cambalache», del mítico Enrique Santos Discépolo, es tan incombustible como premonitorio de lo que fue el siglo XX y lo está siendo el XXI. Cambalache ha sido la subasta de grupos parlamentarios en el Congreso con Podemos enojado porque la ley no satisfaga sus pequeñas estrategias para el dinero y el uso de la palabra. Cambalache es que quien ha hecho «fracking» con su suelo electoral repita un no-no-no al que ha ganado las elecciones, como si fuera el jefe de las Juventudes Socialistas y no el Secretario General de su partido. Cambalache es el intento de formar un Frente Popular con un cajón de sastre de retales radicalizados y secesionistas.

No es un disparate suponer que las colas de electores han convergido en la esperanza de que se alivien las cifras del paro, que es lo que pinchará las bolsas de pobreza y los encomiables bancos de alimentos o las cuestaciones de los famosos con «Photocall». Este modelo productivo nunca llegará al pleno empleo (un 3-6% de desempleados) ni a una mayoría de contratos de duración y calidad. No estamos solos: la señora Merkel tiene multitud de jóvenes en mini-jobs de 300 euros. Además, durante muchos años contaremos al menos con dos millones de parados estructurales que entrarán y saldrán por la gatera del trabajo. Rajoy aporta haber reducido el rescate al bancario y haber invertido la caída libre empleadora. Tiene créditos para bailar un tango con Sánchez.

P.S.-Si Irán levanta refinería en Algeciras, Iglesias ya tiene puerta giratoria.