Alcohol

Beber para morir

La Razón
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Los adolescentes, niños con el umbral de la infancia recién rebasado, beben por muchos motivos. Algunos, para escapar de la realidad, la mayoría para socializar con los amigos e integrarse, y muchos más de los que imaginamos, simplemente porque sí, porque emborracharse constituye la propia diversión. Los chicos, cuando empapan su consciencia en alcohol, se sienten independientes y transgresores. Y su propósito no es ni siquiera pasarlo bien. Tan sólo pretenden beber hasta el límite y colocarse. Ni las prohibiciones ni las campañas han conseguido trasladarles el mensaje de peligrosidad del alcohol. Más que nada, porque beber es una práctica tan habitual entre ellos que no hacerlo les expulsa del grupo y los señala. Lo más delirante es pensar que las edades en las que el botellón empieza a ser habitual son cada vez más tempranas. Como esos 12 años de Laura F. que, el pasado martes, murió a causa de un coma etílico. La desgracia tuvo lugar el fin de semana de Halloween, casi como una broma del destino pero podía haber ocurrido cualquier otro. En todos, los compañeros del colegio ponían entre 8 y 15 euros por cabeza para comprar alcohol. Cuanto más, mejor. A Laura, que era una chica alta y fuerte, ya la habían tenido que acompañar a casa tras alguna borrachera, pero sus compañeros, bebedores también, no esperaban que la tragedia anduviera a la zaga. Cuando Laura se desplomó, ninguno pensó que fuera a morir a causa de algo tan natural para ellos como... beber. Ni siquiera cuando, tras trasladarla en un carrito de supermercado, la dejaron inconsciente en el hospital. Todos habían bebido. Para emborracharse, para sentirse vivos... Nadie esperaba que fuese para morir.