Benedicto XVI

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La Razón
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Hoy tendré el honor de presentar en Madrid «Últimas Conversaciones», el libro entrevista del Papa Benedicto XVI con el periodista alemán Peter Seewald. Tengo la suerte de acompañar en este acto al neo cardenal Carlos Osoro y a dos responsables de «Mensajero», la editorial que lo ha puesto en las librerías. Mi papel pues será el de personaje secundario en una cuadrilla de alto prestigio.

Confieso que me leí el libro, apenas fue publicado en italiano, de un tirón; sus páginas reflejan la inmensa estatura espiritual e intelectual de Joseph Ratzinger y nos permiten conocer mejor a uno de los mejores teólogos de la era moderna que rigió los destinos de la Iglesia durante ocho años.

Utilizando categorías mundanas podría decirse que Benedicto XVI no tuvo mucha suerte cuando los cardenales le eligieron como Sucesor de Pedro. Llegaba al solio pontificio después de 27 años de pontificado de san Juan Pablo II y le ha sucedido el Papa Francisco. Dos personalidades de tal calibre que oscurecen a quien sea llamado a parangonarse con ellas.

Pienso, sin embargo, que sin Benedicto XVI no sería posible entender ni explicar a su antecesor ni a su sucesor. Durante todos los años en que fue Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe ( 1981- 2005) Ratzinger fue el colaborador más cercano a Karol Wojtyla, el que mejor entendía el pensamiento circular típico del Papa eslavo, el único capaz de «racionalizar» sus intuiciones, el primer lector de sus encíclicas y exhortaciones. Bastaba oírle cuando presentaba a la prensa los documentos magisteriales para darse cuenta de lo decisiva que había sido su colaboración a la hora de escribirlos.

La «paternal y fraternal» relación que se ha establecido entre el Pontífice reinante y el papa emérito es de todos conocida. «Lumen fidei» la primera encíclica de Francisco, fue escrita, como él mismo afirmó, «a cuatro manos» con Benedicto XVI. Ningún texto doctrinal firmado por Bergoglio no ha pasado antes por la escribanía de Ratzinger, a quien consulta con frecuencia y al que ha calificado cariñosamente como «el abuelo sabio».