César Vidal

Bipartidismo (II)

Señalé ya la semana pasada cómo, en contra de lo que se afirma hasta la saciedad en distintos ámbitos, España no sólo no tiene un sistema bipartidista sino que padece su ausencia. De hecho, la inexistencia de ese bipartidismo ha desgastado el sistema democrático hasta límites increíbles. Recordemos. Fue un Gobierno tripartito el que impulsó un estatuto anticonstitucional en Cataluña que, para muchos, significó el tiro de gracia de la constitución de 1978. Fue un Gobierno multipartidista el que permitió en las Vascongadas que un terrorista pudiera encabezar la comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco. Fue otro Gobierno de carácter pluripartidista el que colocó a Galicia en una situación difícilmente peor. Fue un Gobierno, una vez más formado por un mosaico de partidos, el que se quedó a un paso de arruinar a Baleares, una de las pocas regiones, junto a Madrid, y a diferencia de Andalucía, Cataluña o las Vascongadas, que aporta más de lo que recibe. Todo ello por no hablar de los gobiernos, generalmente multipartidistas, que dominaron los ayuntamientos a partir de finales de los setenta y que lograron no sólo disparar la especulación inmobiliaria –y con ella el precio de la vivienda– sino dar inicio a una espiral de endeudamiento que, a día de hoy, no ha concluido. Eso sin referirnos a aquellos gobiernos, de derecha o de izquierda, que, en virtud de la inexistencia de un bipartidismo, fueron arrojando pedazos del presupuesto y del orden constitucional a las fauces de los nacionalistas tan sólo para que el monstruo se convirtiera en más poderoso, más codicioso y más peligroso. No, en España, no hemos tenido un sistema bipartidista durante todas estas décadas y lo estamos pagando muy caro. A decir verdad, el tributo ha sido tan oneroso que no pocos analistas consideran que nuestro ordenamiento jurídico no se recuperará de no contar, en realidad, con ese sistema que, por ejemplo, es el que funciona en los Estados Unidos. También es verdad que no hay nada que vaya mal que no sea susceptible de empeorar. Fragmentemos más el panorama político, desmenucemos más a la izquierda y a la derecha mientras los nacionalistas forman coaliciones destinadas a la depredación de la legalidad y del dinero de los contribuyentes y encomendémonos a la misericordia de Dios porque nuestra situación económica puede pasar de la fragilidad a los añicos en un santiamén. Y entonces, llegados a ese punto semejante al periodo de desplome del régimen canovista, echemos la culpa al bipartidismo que nunca existió.