Cástor Díaz Barrado
Brasil en la encrucijada
Hasta hace bien poco, Brasil era observado por la comunidad internacional como un país con un futuro esperanzador y como un lugar de oportunidades de todo tipo. La capacidad económica y social de Brasil es innegable y todo hace prever que estamos ante un país que ocupará un relevante papel en la sociedad internacional del siglo XXI. Su liderazgo en el espacio latinoamericano estaba fuera de toda duda y la política, sobre todo en Suramérica, ha girado en los últimos tiempos alrededor de las decisiones del gobierno brasileño. Sin embargo, algo está pasando en el país carioca y con la percepción internacional sobre el futuro de Brasil. La recesión se cierne sobre el país, las protestas sociales se han incrementado de manera significativa y la campaña para las elecciones presidenciales está poniendo de relieve que existen fuertes discrepancias en la sociedad brasileña en torno al modelo y el camino a seguir. El atractivo que despertaba Brasil en los últimos años se ha ido diluyendo y otros países de la región como Colombia, Perú, Chile o México son observados con mejores ojos por quienes mueven la economía mundial. Algo tendrán que ver las posiciones y decisiones políticas que han adoptado los últimos gobiernos brasileños y, también, la complacencia que se instaló en la sociedad brasileña. Falta por definir el modelo económico y social que debe imperiar en Brasil y, sobre todo, una política exterior que tenga en cuenta todos los factores que condicionan el devenir del espacio latinoamericano en el siglo XXI. Podría suceder que Brasil ocupara un lugar significativo en el concierto mundial y que, sin embargo, no fuera un país decisivo en su espacio geográfico natural. Las autoridades brasileñas deben mirar de nuevo hacia Latinoamérica y no dejar que se debiliten, como está sucediendo, tanto el Mercosur como Unasur. El futuro de Brasil no está sólo en el espacio latinoamericano pero su liderazgo en esta zona resulta imprescindible. Los frecuentes halagos que ha recibido la política de Itamaraty están hoy en entredicho. Brasil no debe perder la oportunidad de constituirse en la referencia principal de la política exterior de América Latina y debe perder muchos de los componentes nacionalistas que definen, en la actualidad, su acción exterior. Las diversas posiciones que se vienen expresando para las próximas elecciones presidenciales inciden más, como es normal, en asuntos de carácter interno, pero todo ello tiene, sin duda, una clara proyección internacional. No se puede decir que los brasileños no tengan capacidad para influir en el espacio latinoamericano pero sí que, paulatinamente, están siendo desplazados del futuro que se avecina en buena parte de este área geográfica.
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