Enrique López

Brexit fratricida

La Razón
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Hoy afrontamos una nueva jornada de reflexión previa a una trascendental cita democrática en España, que esperemos sea respetada por todos; si algo ha funcionado bien en España desde los albores de nuestra actual democracia, ha sido nuestro procedimiento electoral, cuyos resultados nunca han sido cuestionados en ninguna de las citas electorales, y esto es así porque nuestro procedimiento es claro, limpio y trasparente, y además, está controlado por unas juntas electorales formadas mayoritariamente por miembros de la carrera judicial, que como siempre se someten únicamente y exclusivamente a la ley, algo sagrado en democracia. Pero es inevitable que este final de campaña no esté marcado por algo que estuvo ausente en la misma, y que tiene una tremenda trascendencia para España y para a Europa, el adiós de los británicos a la Unión Europea, golpe letal al futuro de la misma; este episodio requiere mucho tino, responsabilidad y suerte, porque de esto no se sale fácilmente. El riesgo de convocar referéndums como consecuencia de un falso clamor popular provocado por políticos, es que le obligas a una gran mayoría a posicionarse sobre algo que ni se había planteado, o si lo había hecho tampoco le iba algo importante en ello. Cuando se pide un no o un sí sin alternativas pasan estas cosas. Si se hiciera una encuesta en muchos matrimonios sobre si desean separarse podría resultar que una gran mayoría diría que sí, pero no lo hacen, siguen juntos y mueren juntos. El error político de Cameron y de su partido ha sido muy grande y hoy por hoy no somos capaces de analizar sus consecuencias, más allá de la digna dimisión del Primer Ministro. Pero es que esto no ha hecho más que empezar; la extrema derecha reclama el mismo referéndum en Francia y Holanda, Grillo en Italia, y ya veremos quien lo reclama pronto en España, así como en el resto de Europa. La Unión Europea puede implosionar, y esto sólo se evita con tranquilidad y mucha reflexión. Conviene recordar que la Unión en su versión inicial surge tras la mayor contienda bélica de la historia, la Segunda Guerra Mundial, con un resultado final de entre 50 y 70 millones de víctimas, la mayoría civiles, y precisamente para evitar nuevos enfrentamientos entre países europeos. Nada tiene que ver la Europa de entreguerras con la actual, pero debemos permanecer vigilantes, porque no estamos vacunados contra involución alguna. Debemos tener claro que el antisemitismo, el racismo, la xenofobia, y sobre todo la intolerancia, no son compatibles con las democracias porque la ponen en peligro. En la actualidad y ante una crisis política y social que me atrevo calificar como global, están surgiendo incipientes pensamientos totalitarios en Europa tanto a la izquierda como a la derecha; a esto se le une el resurgimiento de los nacionalismos nacionales y subnacionales, que van a generar tensiones entre países, y dentro de los propios países, de los que España sufre y que gran Bretaña desde el jueves los va a sufrir con mayor incidencia. Dijo Napoleón que una guerra entre europeos es una guerra civil, y yo digo que una separación en la Unión es una ruptura entre hermanos.