Venezuela

Burocratización y desencanto

El Gobierno es la tercera parte del Estado, hoy constituido por Ejecutivo, Legislativo, Judicial, aunque la implantación del Gobierno debe estar asentada en la mayoría absoluta, que puede ser bien «conservadurismo reformista», bien «radicalismo revolucionario». Entre ambas «ratios» políticas, el tercer nivel de la sociedad, la opinión pública, en la que radica el derecho del voto, puede otorgar el poder y con ello dejar constancia de una tendencia de la preocupación social. No parece razonable confundir esto con un pacto social, afirmado por el Derecho Natural. En el amanecer del Occidente Cristiano, desde el siglo VII hasta el XIII, se pregonó la igualdad de todos los hombres para la acción afirmativa; en el siglo XIII y hasta bien entrado el XVII, las Universidades lo estudiaron. Francisco de Vitoria, catedrático de la Universidad de Salamanca, aplicó la idea platónica del «nomos» a los indígenas de América. De ahí surgió la doctrina del pacto social, la idea de la soberanía del pueblo y el protagonismo populista en el Derecho Internacional. Una compleja serie de factores históricos es preciso tener en cuenta para comprender la «guerrilla revolucionaria liberadora» en el seno de las Fuerzas Armadas, dirigido en Venezuela por oficiales en activo, como fue el caso del comandante Hugo Chávez Frías el 4 de febrero de 1992. Fracasó, fue reducido a prisión; se benefició del indulto del presidente Rafael Caldera. A partir de entonces impulsó una movilización política sobre cinco ideas básicas:

1. Él mismo como alternativa política.

2. Transformación nacional orientada al ideario de Bolívar.

3. Creación de una Asamblea Constituyente sustitutoria del Congreso Nacional.

4. Montaje de una organización política propia.

5. Alianzas con grupos de orientación izquierdista radical.

En las elecciones del 6 de diciembre de 1998, con una abstención del 46% y un total de votantes de 5.900.000, Hugo Chávez obtuvo el 56,20% de los votos. No existe traspaso de personalidad política ni mucho menos de situación histórica ni de personaje político: por lo tanto, no existió entre «el chavismo» y «el bolivarismo» identificación alguna; ni la hubo entre una pretendida «maiestas populi» romana y un «populismo», bien desprestigiado por el sucesor de Chávez, impregnado de un baño de libertarismo hipernacionalista con trazos marxistas o en la explosiva, sorprendente e inacabada «teoría de los derechos» de Robert Nozick, en la filosofía política del siglo XX, con su «anarquía de Estado».

Un Estado sin salida porque se le prohíbe ocuparse de la redistribución económica. Si hubo un objetivo político nacional en el chavismo, no es inevitable que se pueda pensar mecánicamente en un continuismo con otro presidente, pero en el caso de su sucesor, el horizonte político se ha convertido en mínimos sin obligaciones en educación, sanidad, empleo, comunicaciones, transportes, categorías sociales, políticas, financieras e internacionales, que puedan crear continuidad con un proceso anterior pero con distinta persona, dirigiendo el Estado.