Paloma Pedrero
Calor sin techo
Un peluquero de Vigo se encontró un día en un descampado a un montón de personas sin techo y decidió montar una peluquería ambulante. «Vamos, a ponerse guapos. Peladitos, afeitados y frescos, que por pequeñas cosas se empieza a recobrar el hilo de la dignidad». Fíjense, unas 40.000 personas viven en la calle en España, a esta cifra hay que añadir los 3,6 millones que viven en una situación de desahucio o bajo amenaza de violencia. Y los cinco millones que residen en chabolas bajo techos de uralita o inadecuados, sin acceso a los suministros básicos o en hacinamiento.
Con este calor no se puede vivir sin un lugar decente en el que guarecerse. No se puede vivir sin tu camita, tu música, tu nevera y tu cuarto de baño. Cuarto con ducha fría contra este infierno, con espejo en el que observarse y ver qué dice tu mirada.
Hago teatro con personas sin hogar, esas que no han tenido recursos para defenderse del mal. Del propio y del ajeno. Sé de su sensibilidad para el arte, para la vida. Tanta que un día tropezaron y se rompieron. Pero la inmensa mayoría son pacíficos y generosos. Nunca he recibido más regalos que de sus manos: dibujos, poemas, flores de papel... Ellos no son los que roban, ni matan en silencio. No son los que contaminan y envenenan el mundo. No son los que pergeñan las guerras. Ellas y ellos, toman alcohol a veces para olvidar. Y son capaces de dejarlo cuando una mano les acerca a ese hogar perdido. O esa otra mano les corta el pelo y les pone un poco más frescos para defenderse del calor brutal y del hielo de una vida sin techo.
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