Irene Villa

Camino sangriento

Dura semana de digerir y revivir las más crueles consecuencias del terrorismo. Pero como todo tiene su contrapunto, nos quedamos con la sobrecogedora respuesta que desbordó París. Ciudadanos y representantes de todos los partidos e incluso países, unidos de forma conmovedora y ejemplarizante contra la intolerable violencia. También el mundo árabe quiso sumarse a esa enorme manifestación en rechazo a todo acto de violencia, que repudió en especial a todos los integrantes de las células terroristas yihadistas, que tristemente continúan extendiéndose en sus países de origen pero también en el mundo occidental. Sus propios compatriotas aseguran que «no son musulmanes, son asesinos». Que «quieren ensuciar el Islam». La gran mayoría asume, con sentido común y ecuanimidad que «si les ofenden las caricaturas, hay vías judiciales para denunciarlo». Esa ha sido siempre nuestra gran lucha: que los disconformes con la política, la territorialidad, incluso la Constitución, utilicen las vías democráticas para expresar su parecer, pero jamás la violencia. Porque esa amarga y eterna huella que dejan, les tendría que impedir de por vida decidir, demandar u opinar. Y la justicia además les perseguirá siempre, como se ha demostrado el pasado lunes con la detención de dieciséis personas en Guipúzcoa, Vizcaya, Navarra y Madrid por parte de la Guardia Civil. Eran miembros del colectivo de abogados y responsables del aparato económico del llamado «frente de cárceles» de ETA. Pues que continúen las investigaciones, los registros y las detenciones de quienes han estado o están involucrados con ese camino inhumano y sangriento que hoy, lamentablemente, los desalmados siguen recorriendo.