El buen salvaje
El demonio habita entre nosotros y no es Milei
Presidente, no insulte a otro presidente. Guardemos las formas, que luego hay que retirarse para reflexionar en el desierto
Mis ojos se fueron directos a sus pies para asaetearlos; ahora les cuento. El presidente de Argentina llegó pensativo y vital, tranquilo y chistoso, su sola apariencia roza extremos opuestos. Salido de una galería de heterodoxos. Pienso en «La historia de los heterodoxos españoles», de Marcelino Menéndez Pelayo. Los odiados por todos. Incondicionales de Milei le aplauden como a una estrella de la música. Oh, yeah, parecía que por el periódico había asomado Bruce Springsteen sin ayuno intermitente porque Bruce hace tiempo que dejó de comer a tiempo completo.
Milei parece hecho al halago de conocerse y de que lo conozcan. No acostumbramos a ver en el poder a un señor con traje y corbata y ese corte de pelo a lo Gabinete Caligari. Calzaba unas Nike Gewt Fitter Air Zoom Superrep3 en color negro, de ahí lo de los pies. Unos cien euros. Se conocen por su llamativa suela abierta que deja una cámara de aire dispuesta a soportar un entrenamiento intenso. No parecía que se fuera a comer a niños vivos sino a comenzar una clase de gym. Ese detalle de las zapatillas, quien no sabe de zapatillas no está en este mundo, conjuntadas con un clásico traje azul y corbata, es solo uno de los tantos que delatan a un hombre que no se parece a nadie. Veía a un señor en versión original, y eso que había momentos en que hacía falta traducción simultánea porque la mezcla del lenguaje técnico de la economía con el habla argentina me produjo una desagradable extrañeza.
Santiago Abascal calza unos clásicos zapatos con hebillas, como los que le sientan tan bien al Rey Felipe, está sentado delante de mí, blazer azul y pantalón gris. Un atuendo elegante y pijo sin estridencias, pero tan lejano al ponente que parecía difícil emparejar sus dos cabezas. Si fueran siameses se morderían, pensé, y luego reflexioné que por qué se me ocurren esas cosas. El pensamiento libertario, profundamente iconoclasta, de Milei, no es el mismo que el del resto de la «internacional ultraderechista» de la que habla Pedro Sánchez metiéndonos miedo en el cuerpo.
Vox no es Milei, pero se quieren mucho, ellos sabrán por qué. Presidente, no insulte a otro presidente. Guardemos las formas, que luego hay que retirarse para reflexionar en el desierto. Milei también tiene familia. Allí estaba su hermana, por ejemplo, y tampoco parecía una bruja. Fue bonito escuchar a quien no te esperas aunque no firmarías sus discursos (alguna cosa sí), pero todo acabó. Y fuese.
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