Julián Cabrera

Canibalismo

La frase probablemente más indicativa del líder socialista Pedro Sánchez en la noche electoral del «24-M» fue «somos el partido más votado de la izquierda». Todo un documento tras haber sufrido el mayor castigo que se le recuerda al PSOE en unos comicios municipales durante la actual etapa democrática y una frase que en boca de Felipe González o de los propios Rodríguez Zapatero, Rubalcaba o Almunia habría sonado a broma.

La lucha de los partidos políticos no es tan encarnizada frente al oponente de otro espacio ideológico como en la disputa del espacio propio. Es cuestión de supervivencia, no hace falta mirar el innegable tránsito de electores del Partido Popular hacia Ciudadanos, basta con preguntarle por ejemplo a Esperanza Aguirre por esos seis mil votos que le han faltado para ser alcaldesa de Madrid y que han ido a parar a la opción VOX de un Santiago Abascal que, cosas de la vida, tanto se benefició en otro tiempo de los favores políticos de la lideresa madrileña.

Al que te disputa el entorno político vital sólo cabe engullirle a lo caníbal, la ley de la política es como la de la selva y el drama es especialmente descarnado en esa izquierda de cuya supremacía se jactaba Sánchez. Ya no se trata de aquella Izquierda Unida de vetustos comunistas; ahora el eventual socio de pactos para expulsar del poder a la derecha es otra cosa, joven, inmaculado, aprendiz de socialdemócrata, hablando con mayor fluidez el idioma de la calle y por si fuera poco preparando un gran frente con los exitosos Compromís, Mareas y otras plataformas de cara a las generales.

Sánchez e Iglesias han iniciado en este proceso de pactos territoriales el baile nupcial de la mantis religiosa. Sólo falta por ver quién devora a quién.