José María Marco

Caso archivado

El sobreseimiento y el archivo de la causa abierta por el incidente de Esperanza Aguirre con unos agentes de movilidad indica –tal vez, vamos a ser optimistas– que las cosas empiezan a volver a un cauce razonable. Es cierto que toda una ex presidenta de la Comunidad de Madrid, presidenta del Partido Popular madrileño y casi aspirante a candidata a alcaldesa de su ciudad no debería nunca haber aparcado el carril bus en plena Gran Vía. El incidente reveló algo más que despiste, aunque tampoco algo tan grave como lo que han querido señalar los adversarios políticos de Esperanza Aguirre. Lo que puso en evidencia fue lo lejos que de la ciudadanía normal y corriente llegan a vivir los políticos. En el caso de Esperanza Aguirre, el asunto era más sintomático aún porque la ex presidenta de la Comunidad de Madrid siempre ha presumido de cercanía con sus conciudadanos y de olfato para entender sus necesidades. Por otra parte, la decisión del juez corrige lo que parecía en trance de convertirse en un caso criminal de rebelión abierta contra la autoridad. Hay que reconocer que la personalidad de Esperanza Aguirre, muy poco dispuesta a dejarse encasillar, se prestaba a esta venganza del igualitarismo frailuno, tan avasallador otra vez en nuestro país y en casi todo el mundo. Ahora bien, eso no podía convertir un accidente sin demasiada importancia en el final de una carrera política. Sin duda Esperanza Aguirre habrá entendido que el mundo en el que fue presidenta y aquel en el que quiere ser alcaldesa no son exactamente lo mismo. Han cambiado algunas cosas importantes, y si la sobreactuación en su contra ha sido mayúscula, también la exigencia va a ser mayor –mucho mayor– a partir de ahora.