Política

Barcelona

Cataluña: mon amour endeudado

Cataluña: mon amour endeudado
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Estudié mi postgrado en Barcelona. Después volví a Valencia, mi tierra, a la que representé en el Congreso de Diputados durante la Transición. Acabada mi peripecia política, he trabajado durante más de 25 años en el IESE, con sede central en Barcelona. Así que no tengo más que agradecimientos: Cataluña, mon amour.

Hay pocas ciudades en el mundo tan interesantes como Barcelona, pero ninguna lo es más. Crisol de culturas mediterráneas, es la ciudad señera que refleja «La Catedral del Mar». Novela que describe su alma libre, culta y religiosa. Urbe que siempre prefirió la cobertura de un rey o estado distinto para defender su seguridad. Los comerciantes y artesanos, que la dirigían desde el Consejo de Ciento, sabían que los conflictos acaban con los negocios estables y honestos. Eso se tradujo en el «seny catalán», mezcla de carácter y sentido común, que la hizo la ciudad empresarial más importante de España en el siglo pasado. Con gran habilidad sus dirigentes supieron ganarse el mercado hispano. Gran aportación a España, aunque también supuso buenos beneficios para Cataluña. Luego, con la misma eficacia que hizo negocios en épocas anteriores, apoyó la Transición democrática, la apertura económica y la entrada en la UE.

Por eso creo que el alma catalana está secuestrada por un arrebato ahistórico; un sueño pesado. Su burguesía dirigente lo sabe, pero el entramado ideológico/cultural y político que la envuelve la mantiene en la ensoñación de lo imposible e inconveniente.

Los catalanes son excelentes administradores privados. Sin embargo, en los años del tripartito demostraron que, a veces, pueden no ser tan eficientes con lo público. No es raro. En aquel tripartito estaba incluido el PSC, rama del PSOE, que tampoco supo manejar la economía en el Estado. Así que CiU ha heredado una situación difícil de manejar. Podrían haberlo hecho bien si siguieran los consejos de todo buen padre catalán: no gastes más de lo que ingresas. Sin embargo, no era fácil: los compromisos adquiridos, unidos a una bajada de ingresos por la crisis ha obligado a los gobiernos convergentes a cubrir el déficit con deuda.

Por eso, y no por otras razones, tiene la deuda más alta de todas las autonomías. Casi su tercera parte. Por ejemplo, en sus empresas públicas autonómicas a finales de 2012 la deuda superaba los 5.000 millones, el 50% de todas las deudas de empresas dependientes de las autonomías españolas.

La situación es tan desesperada, que el Estado está dispuesto a ayudar una vez más a Mas. Ya ha inyectado financiación a través del FLA y seguirá haciéndolo. El resto de los ciudadanos queremos ayudar a Cataluña, porque la amamos. A cambio pedimos sólo lealtad política y lealtad económica. La primera supone cumplir el pacto constitucional. La segunda esforzarse en la reforma de su administración y reducir el déficit. Aunque eso rompiera las alianzas parlamentarias que sostienen a la Generalitat, habrá otras más seguras y solidarias.