Restringido

Causa general contra el PP

La Razón
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La izquierda política presume en España de superioridad moral y de más calidad democrática que la derecha. Esta presunción, difícilmente demostrable sino todo lo contrario, está en la causa del arrinconamiento a que está siendo sometido el Partido Popular, la fuerza más votada por los españoles, a la hora de componer el nuevo Gobierno. El desprecio con que se está tratando al partido de Rajoy, y al propio Rajoy, se apoya sobre todo en los casos de corrupción que afectan a algunos de sus dirigentes y a las sospechas de financiación ilegal de las campañas electorales.

Llama la atención a cualquier observador independiente y poco prevenido que justo en este momento de especial delicadeza e importancia políticas, en el que se decide el futuro de la nación, se sucedan en cadena, como si se tratara de un plan preestablecido, las intervenciones policiales y judiciales, un día sí y otro también, contra personajes significados de la derecha y sólo de la derecha. Parece como si se hubiera estado esperando este momento para sacar a la luz, en un confuso amasijo de corruptelas, corrupciones, ilegalidades, sospechas y comportamientos dudosos, de muy distinta calificación, todos los casos pendientes, que inmediatamente encuentran amplio eco mediático, para maniatar al PP e impedirle que aspire a seguir en el poder.

El ministro del Interior ha dejado caer, él sabrá por qué, la sospecha de esta discriminatoria manipulación política de la Justicia, que favorece claramente a las fuerzas de izquierda a la hora de formar nuevo Gobierno. Esta sería la peor de las corrupciones. Lo cierto es que los llamativos casos de corrupción que afectan a conocidos personajes han causado un daño casi irreparable al Partido Popular, que se ve agravado por este último ruidoso martilleo y que le obliga a actuar sin contemplaciones. De poco sirve argumentar que este Gobierno todavía en funciones ha hecho más esfuerzo contra la corrupción que ninguno de los anteriores y ha puesto menos obstáculos e interferencias que ninguno de ellos a la Justicia y al resto de organismos encargados de la limpieza de la vida pública, empezando por su propia casa. Lo que prevalece es la imagen de un partido envuelto en basura ante la inoperancia o la complicidad de sus principales dirigentes. Y esta imagen sirve a las fuerzas de izquierda, que ahora andan enredadas en ambiciosos tratos de poder, para fortalecer ante la opinión pública la falsa y peligrosa idea de su superioridad moral, cargada de maniqueísmo, y para sentar las bases de una «causa general» contra la derecha. En eso están.