Bruselas
Cogitaciones de un votante perplejo
Las elecciones para el Parlamento Europeo vistas desde la soledad de mi escritorio y la serenidad de espíritu que proporciona una experiencia intensamente vivida tienen algo del retablo de maese Pedro o de esperpéntico, si se prefiere este vocablo tan valleinclanesco. Sin ir más lejos, transcurren sosegadamente entre la indiferencia del pueblo español, teóricamente muy europeísta pero que se desentiende, con cierta inconsciencia suicida, de su dimensión continental. España, que sin América no puede ser comprendida, sin Europa carece de futuro.
Pues bien, en el albero se aprestan a la lidia dos candidatos principales, con otros secundarios pero siempre valiosos. Uno de tan aguerridos lidiadores, ducho en tomas y dacas con la burocracia de Bruselas y la jurisprudencia de Luxemburgo, ex ministro de Agricultura, sector primario vital para nosotros, es Miguel Arias Cañete, que ofrece soluciones con fundamento razonado y razonable y cuya dialéctica electoral no consiste en reproches personales, sino en la crítica de la gestión desafortunada de los predecesores en La Moncloa, la «herencia recibida», un hecho, no una opinión. Consciente del peligro que significa la indiferencia del electorado, lo ha dicho claramente: «Mi rival no es el Partido Socialista, sino la abstención».
Enfrente le esperaba con cierta desazón no disimulada Elena Valenciano, cuyas vivencias se nutren exclusivamente de la mecánica doméstica de su partido sin el mínimo conocimiento de la situación económica y social del momento en esta difícil coyuntura de la crisis, palabra maldita para el equipo de Rodríguez Zapatero, del cual procede ella, como también su jefe de filas, Pérez Rubalcaba, vicepresidente y al parecer «cerebro gris» de aquella calamitosa gestión. Tanto que me permití calificar esos dos mandatos, cuando estaban en curso, como el «septenio negro», ocasión insólita de nuestra inmadura democracia en que un presidente del gobierno fue discretamente retirado del tráfico político por su propio partido, que le vetó el presentarse a la reelección.
La candidata, que utiliza con generosidad la descalificación personal a falta de argumentos más sólidos, se arropa con la bandera de un rancio feminismo, en un intento de crear un «frente de la mujer» o una «sección femenina», olvidando la problemática actual de la Unión y también el ejemplo que le brindan los partidos socialistas francés, con el nuevo primer ministro y alemán, copartícipe en el Gobierno con Angela Merkel. Denuncio como una nueva agresión al lenguaje el palabro sacado de la manga, «austericidio», cuyo significado es el contrario del que pretende incorporar. El que la austeridad mate no es lo mismo que matar la austeridad. En fin, dejemos en la cuneta a Jesús de Nazareth, a quien la candidata descubrió en su adolescencia por una de esas vías misteriosas, que la providencia utiliza arteramente, personaje por cierto no europeo, sino universal, dato conocido desde hace 2013 años, 4 meses y unos cuantos días, ni perteneciente tampoco a la izquierda o a la derecha, como ha recordado el Papa Francisco.
Al espectador perplejo no le sorprende la agresividad verbal de la candidata, sino su estilo: la perspectiva desde la que habla, trayendo de nuevo el «talante» del zapaterismo, del cual, al parecer, no puede ni quiere zafarse, que reinventó la escisión republicana de los españoles en dos bloques incomunicados para esa España invertebrada radiografiada por Ortega y Gasset. En el envite de tal actitud y del estilo montaraz de la extrema izquierda están no sólo la viabilidad de un desarrollo económico y social ya iniciado, pero necesitado de respaldo por las instituciones europeas, para lo cual nos convendría a todos que los escaños fueran ocupados por diputados en sintonía con esa orientación, sino también la etapa inmediata de nuestro itinerario democrático. Se pone en peligro la regeneración de nuestra sociedad corroída por la corrupción, la integridad de España, amenazada por fuerzas centrífugas y, lo que es más grave, la posibilidad de una necesaria y urgente reforma parcial de la Constitución. Ante ese panorama al cual se me asoman mis cogitaciones desaparece sin embargo la perplejidad. El día 25 seré un elector más, dispuesto a defender con mi voto aquello en lo que creo.
*Académico numerario de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Magistrado Emérito del Tribunal Constitucional
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