Política

Comer rabo

La Razón
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El excelentísimo intelectual Fernando Tejero, más conocido por ser el portero de «Aquí no hay quien viva», nos ha dejado meridiano en el horizonte que lo que viene es mantener la boca cerrada por si las rabas y los rábanos. Con el sutil lenguaje de los novísimos, como un García Montero de la experiencia misma, que aún oliendo mal nos ha de parecer ambrosía, como los pies de Cervantes para Francisco Nieva, ha dicho: «Dedicaros a algo productivo, por ejemplo a comerme el rabo». Así se expresó el que seguramente un día será cíclope de nuestra inteligencia, príncipe de las letras, hidalgo pues de las bellas artes, cuando se le criticó su adherencia a los artistas que piden que Podemos e IU vayan juntos el 26-J. Quevedo no lo habría expresado mejor, por eso respondo al actor con el estilo (es un decir que ya les veo venir) del bardo faltón y seguramente bizco. Digo que bese a los insultados en esa parte del cuerpo donde nunca llega el sol, que no hay que asustarse de montar orgías políticas o sexuales con tamaño burlón, y que si tiene a bien, que le den por la retambufa si es que ello le place pues no hay mejor relajante que disfrutar del yacer o del comer, si bien sus destinatarios no quieren de su rabo sino saber por qué ustedes se hacen llamar intelectuales, que es cosa más propia si tiramos hacia la indignación del fallecido Sampedro, digamos nombre difunto para que los vivos no se incendien o se inflamen como usted y su rencor colgante. Entre el rabo de Tejero y el porro de Antonia San Juan, que así describió lo de los Papeles de Panamá su compañera en la serie, porque se trataba de Almodóvar, nos colocamos a ras de los grandes argumentos de las escuelas de debate. Para qué ha de volver la filosofía a las aulas si la generación que la estudió habría, visto lo visto, aprovechado mejor el tiempo haciendo macramé de rabos de nube a lo Silvio Rodríguez. No he de callar por más que con el dedo etc ante la que se avecina. Todos silenciados por el pensamiento único y la cortesía de poetas de váter que encima nos mandan a cagar. Pablo Iglesias da la salida y sus huestes ya se encargan de poner letra al estribillo. Con el gorrión supremo no se dice ni pío. Susurros al oído, como Lady Macbeth, le irán diciendo a quién ir asesinando en la metáfora en cuanto se pasen. Pablo tiene al menos vocabulario de serpiente, capaz de seducir mientras envenena pero Tejero en su suplica no pasa de la entrepierna cerebral, como lagartija aún en el listín evolutivo, cola que anda suelta, nerviosa, creyéndose rabo o cola de león cuando es diente de ratón, insignificancia pura, tanto que ya siento alborozo ante la llegada del punto y final, una punzada en el pecho al advertir que de mis pensamientos se esfuma la visión de su almuerzo desnudo. Que con su rabo se lo coma.