Real Madrid
Con un par
Tenemos los años que nos quedan de vida, no los que hemos consumido, vino a decir Galileo Galilei, como para que nos preocupáramos menos de lo que habíamos hecho y más de lo que todavía podíamos hacer. Pero a Sergio Ramos no se le olvida su pasado sevillista y no quiere borrarlo con el futuro que generosamente le renovó el Madrid. Le produce un dolor intenso el insulto que recibe de los ultras cada vez que pisa el estadio del equipo en el que siempre quiso ser capitán. Sergio no ha cambiado de colores, sólo ha ampliado la gama. Salvo antinaturales excepciones y otras que sólo atienden a ese otro color que es el del dinero, no hay metamorfosis que valga en la pasión balompédica. Y como en el 99,9 por ciento de los profesionales, todos los traspasos tienen un origen y una razón capital: la pasta. Lo cual es humano.
Alves y Rakitic se mudaron del Sevilla al Barcelona y sus apariciones en Nervión no han generado jamás ni la milésima parte de la hostilidad que provoca la presencia de Sergio, que se fue al Madrid porque Del Nido le vendió por una millonada. Fue un traspaso en toda regla, no una rescisión de contrato por medio de la cláusula. A Ramos le tienen ganas en su casa de siempre desde que la abandonó con lágrimas y víctima de una mentira colosal. El gol a lo «Panenka« y el desafío a los desaprensivos, con un par, son excusas que el Sevilla, incapaz de controlar a los radicales, va a pagar.
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