José María Marco

Confianza

La larga crisis económica, y los profundos cambios sociales y culturales que ha traído (y va a traer, porque en más de un sentido esto acaba de empezar) han creado también oportunidades para organizaciones políticas más o menos nuevas, que intentan presentarse como alternativas a los grandes partidos. Es lógico que ocurra así, y no es malo. O no lo sería si estas organizaciones se mostraran dispuestas a proponer programas de reformas integradas en la democracia liberal, o la Monarquía parlamentaria, tal como se ha configurado desde hace casi cuarenta años.

No es del todo así, sin embargo. La opción que más éxito ha obtenido por ahora en las encuestas ha sido la de los compañeros politólogos, que quieren cambiar de arriba abajo la naturaleza misma de la democracia española e instalarnos en un régimen bolivariano, a la venezolana, o peronista, a la argentina. La propuesta describe bien qué es lo que hay más allá de la democracia liberal: no más democracia o más libertad, sino menos libertad, menos democracia y, a cambio, más caudillismo, más militarismo, más pobreza, más censura, más corrupción y (mucha) más arbitrariedad y opacidad en el ejercicio del poder. Esa es lo que los compañeros politólogos han estado soñando estos años.

La otra es la de Ciudadanos, que se ha decidido a salir de Cataluña, donde había forjado una fuerza consistente contra el nacionalismo, para presentarse como alternativa nacional. Será una buena noticia, si Ciudadanos tiene cuidado en no tirar demasiado de la cuerda de la «regeneración». Es un término por el cual se sugiere –y volvemos así a los compañeros politólogos– una alternativa al régimen, es decir a la democracia liberal. Se comprende la estrategia en términos de posicionamiento. No por ello resulta menos arriesgada.

Los grandes partidos, en particular el Partido Popular, que parece ser –al menos de momento– el único que va quedar, están en la obligación de afirmar sus propias propuestas reformistas. El Gobierno de Mariano Rajoy ha conseguido en estos años avances muy importantes. Son la base para un argumento, un discurso y un marco de comunicación propios, que sólo el Partido Popular está capacitado para presentar a los electores. En este sentido, tiene cosas más serias que hacer que dejarse llevar por la retórica «regeneracionista», que revela ansiedad e inseguridad. Lo suyo debería ser más bien la confianza. Volver a generar confianza en los agentes económicos, confianza en las instituciones, confianza entre españoles, confianza en España, confianza en la democracia liberal y parlamentaria.