Cristina López Schlichting

Criptocatalanes

La Razón
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La principal derrota del independentismo no son los dos escaños recién perdidos (el bando secesionista ha pasado de 74 a 72), ni siquiera la constatación de que el 51,8 por 100 de los catalanes está contra la ruptura, sino el triunfo de Ciudadanos. Por fin hay una generación de jóvenes guapos y orgullosos, capaces de vindicar España. Los votos de Albert Rivera vienen en su mayor parte de PP y PSC, no «rascan» en el mundo catalanista, pero tienen una «pegada» social que los otros dos partidos no tienen ya en Cataluña. El pasado 20 de septiembre escribí aquí una columna titulada «Sólo la mitad» en la que –me van a perdonar que lo subraye– acerté al anunciar que los resultados serían muy parecidos a los de 2012, con dos grandes bloques en contra y favor de España, casi al 50 por 100. «Es mentira –encabecé– que el nacionalismo independentista haya arrasado Cataluña. Tanto ruido mediático, tantos globos y tantas fiestas y manifestaciones y camisetas y consultas ilegales han transformado la calle en una verbena que oculta otra identidad». El drama de la mitad españolista de Cataluña es que está aplastada y amedrentada. Es mentira el discurso nacionalista de la nación tolerante y la vindicación política simpática. Es una mera apariencia que oculta una opresión nada agradable. Gracias a los medios y al marketing de una Generalitat que vuelve la espalda a media población, lo «trendy», la moda, lo bien visto en Cataluña es el independentismo. Por eso, la gente que se resiste a ese pensamiento obligatorio tiende a evitar discusiones, cambia de tema y jamás saca una bandera nacional. ¿Qué pasa con el que no se corta?... Pues, a veces, cosas malas. El taxista que me llevó a nuestro estudio de Cope Barcelona osó colgar una bandera constitucional tras el triunfo de la Selección en 2010 y se encontró el salón de su piso –un bajo– lleno de huevos. Mi amigo R.B., de Sant Cugat, discrepó el sábado en la calle con los de Asamblea Nacional, que repartían propaganda, y se llevó un bofetón, que por cierto no ha denunciado. Y el reportero de 13tv Mateo Sánchez fue golpeado en la cara en la sede de Juntos por el Sí. Esta violencia de perfil bajo no se multiplica, sencillamente, porque la gente se calla. Por eso la victoria del partido naranja resulta liberadora. Escuchar en su sede, la noche electoral, gritos de «Visca Espanya» y «Viva Cataluña» suponía un tremendo alivio. Lemas como «España, unida, jamás será vencida» te retrotraían a los felices tiempos de la transición, del consenso y la tolerancia. Estos comicios han cambiado profundamente la perspectiva social catalana. Por un lado, los independentistas han despertado y potenciado lo peor de sí mismos, la CUP, y van a tener que lidiar con ello. Por otro, los constitucionalistas empiezan a perder el miedo. De las catacumbas del terror psicológico empiezan a salir los criptocatalanes.