Julián Redondo

Cuate, aquí hay tomate

El Barça jugaba al fútbol como los ángeles, modelo asombroso que Xavi e Iniesta exportaron a la Selección. Aquello duró lo que duró, nada es eterno, y la transición hacia un modelo menos dominante se ha convertido en una caja de bombas con explosiones incontrolables. Del guardiolismo al postguardiolismo, un drama. Todo lo que puede salir mal, sale peor. A Laporta, salvado por los pelos en una moción de censura, le hizo bueno Rosell, que ha dejado a Bartomeu en medio de un campo de minas. El carrusel de malas noticias rueda imparable hacia un desastre que sólo los buenos resultados podían frenar. Hasta eso ha fallado. Tras los líos de Messi con Hacienda, el fichaje de Neymar gestado por el Gran Capitán y la dimisión de Rosell, que se olía la tostada; después, la sanción de la FIFA y el modelo de La Masía, en un brete. Como consecuencia, fichajes apresurados y desastrosos como Vermaelen o Douglas y la previsible destitución de Zubizarreta, que señala al presidente. Puyol huye de la quema, Luis Enrique se hace un lío con el equipo, el Barça pierde en San Sebastián y Messi se declara en huelga. A Bartomeu le faltan manos y mangueras para apagar tanto incendio. Laporta, agazapado, aguarda la entrada triunfal en Jerusalén. La oposición reclama elecciones que el presidente no piensa convocar hasta agotar su mandato en 2016. Pero le traiciona el equipo porque no se sabe a lo que juega, y Luis Enrique porque no ha dado con la tecla ni con la alineación, y Messi porque no traga al entrenador ni a los directivos y busca una salida, y así hasta que el Camp Nou estalle en una pañolada y la situación sea insostenible. Como diría el mexicano, cuate, aquí hay tomate y «Barto» lo tiene crudo.