Alfonso Ussía
De haberlo sabido...
El sábado lo disfruté en la provincia de Jaén, en plena maravilla de Sierra Morena. Cayeron sobre mi boina más de cincuenta litros por metro cuadrado. Las reses iniciando su desnudez craneal, que tanto humilla a los ciervos machirulos, como los llamaría la novia y enchufada de Pablo Iglesias. Las dehesas movidas de la antefalda de la sierra, de verde rabioso. La tierra ahogada, expulsando el agua que le sobra. Cruzaban por los carriles venados, ciervas, pelotas de gamos, muflones y jabalíes. Uno de estos, portentoso y con unos colmillos exagerados, se detuvo en la mitad del camino y me miró como sólo hacen los cochinos. Me miró para no ver nada, pero al tiempo para advertirme que el dueño de la sierra era él. Un jabalí machirulo, como lo denominaría la novia y enchufada de Pablo Iglesias. De haber sabido que a pocos kilómetros de allí, en Jaén capital, se hallaba el machirulo de Podemos visitando junto al asaltante de supermercados a un tal Bódalo, que cumple prisión por su afición a la violencia, habría acudido disfrazado a contemplar la escena.
El machirulo ha manifestado en diferentes ocasiones que no está dispuesto a condenar la prisión injusta, política y torturada de Leopoldo López. Es más, ha elogiado y celebrado su condena, señalando al paladín de la libertad de Venezuela de «violento». Pero el tal Bódalo es para el machirulo «un humilde sindicalista que ha sido encarcelado injustamente». Hombre, machirulo, el tal Bódalo acumula en su historial muchas y desagradables agresiones contra sus adversarios políticos. Una de ellas, la que le ha llevado a pasar una corta temporada a la sombra en la cárcel de Jaén, por golpear brutalmente a un dirigente provincial del PSOE. Y el machirulo que aplaude la tortura de Leopoldo López y lamenta la permanencia en chirona de un matón de barrio, se ha dejado acompañar de un diputado de Podemos que no ha hecho otra cosa en su vida que invadir propiedades ajenas y robar –también con violencia– en distintos supermercados de su tierra. El vago de Cañamero, trabajador que no trabaja, campesino que no siembra ni cosecha, y al que tan sólo se le ha visto en el campo con la escopeta al pronto, abatiendo las perdices y liebres que vuelan y corren ante sus ojos respectivamente, en las hectáreas arrendadas por la cuadrilla de cazadores establecida en El Coronil, cuadrilla a la que también pertenecen cazadores de Sevilla capital y hasta de la Real Isla de León, o lo que igual, San Fernando. La perdiz brava que emprende el vuelo ametrallando el aire con la fortaleza de sus alas, y Cañamero que atina en su cuerpo con formidable pericia. –Buen tiro al pájaro, Diego–; –gracias, señor marqués–. Porque más campo que eso, poco.
Y ahí se reúnen, en la cárcel de Jaén, el bruto juzgado y condenado, el cazador que asalta supermercados y amenaza a sus empleados, y el machirulo que no tolera el desacuerdo con sus maniobras de sus compañeros de partido. El machirulo que destierra a los gallineros patricios a la exnovia, castiga a quien ha obtenido el 40% de los apoyos en Podemos, y sienta a su lado a su novia y enchufada garza del populismo.
De haberlo sabido, tan cercanos los tenía, que habría procedido a disfrazarme de Podemos para aplaudirlos a la entrada y salida de su visita carcelaria. Una gorra con la estrella de cinco puntas en carmesí reventón. Una camiseta original, de esas que llevan estampadas la imagen del Che, mítico asesino y psicópata de nuestras izquierdas, unos pantalones vaqueros de marca, y unas zapatillas de deportes «Nike» o «Adidas», que son las más cómodas.
En Caracas, el torturado juzgado y condenado por el torturador, y en Jaén, el machirulo con el matón. De haberlo sabido...
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