Iñaki Zaragüeta
De la que nos hemos librado
El título me lo proporcionó mi amigo Rogelio tras la entrevista de Pedro Sánchez en la Sexta. ¿Y éste quería ser nuestro presidente? Tenía razón. Si ya estaba muerto tras sus múltiples errores y contradicciones, con sus afirmaciones no sólo se puso la soga al cuello sino que accionó la palanca de la trampilla para el suicidio, al menos en el PSOE. Quizá pretende fichar por Pablo Iglesias. En un mismo acto se desveló afín a los independentistas, proclive a Podemos, poco de fiar para respetar las confidencias y, además, mentiroso, según los separatistas y el Ibex 35. Con tales principios, el motor de ese coche con el que anunció recorrer España para encontrar a quienes comulguen con él aparece gripado, falto de aceite y con el tanque de combustible vacío.
Su «cara a cara» me hizo dudar si se había imbuido de Nietzsche o de Schopenhauer. O de los dos. Si leyó antes al primero –«siempre es consolador pensar en el suicidio: de este modo se puede sobrellevar más de una mala noche»– en lugar de haberse ido de copas y pasar la «cruda» con un zumo de limón y un par de alkaseltzer como se hace tras un «tequilazo» en la plaza Garibaldi; o si sorbió del pesimismo profundo del segundo –«no hay nada en el mundo a que más derecho tenga el hombre que a disponer de su propia vida y persona»– en vez de irse a buscar un amigo que le acompañara hacia la cordura.
El rencor no es el mejor consejero para la seducción, máxime cuando no se ha reflexionado sobre sus equivocaciones ni se quiere ser consciente del desastre de haber conseguido por dos veces los peores resultados electorales de la historia del PSOE.
Sánchez, con ese pretendido ajuste de cuentas, no hizo más que confirmar el título de estas líneas: «De la que nos hemos librado». Así es la vida.
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