Bartolomé Beltrán
Diego Murillo
Fue algo más que un homenaje. Nunca jamás en más de treinta años de observación saludable de nuestra Sanidad había visto una congregación de políticos, gestores sanitarios de todas las disciplinas y autoridades autonómicas y nacionales en la misma armonía, conjugada para destacar la irreprochable carrera del gran padre de la familia Murillo de Pontevedra, el doctor Diego Murillo Carrasco. Podría firmar todas las ponencias que se hicieron sobre su persona y el origen de sus biografías. Marcó la línea el presidente de los médicos de A Coruña, Luciano Vidán. Se dijo tanto sobre él que el alma y la emoción no consiguieron secarle la palabra y lo agradeció todo. Como siempre. En mi mesa Ricardo de Lorenzo, Juan Abarca y Miguel Ángel Martín ni siquiera nos mirábamos porque todos pudimos estar al borde de la lágrima. Más allá, en una mesa próxima Lupe Murillo, ese privilegiado cerebro social y político, el cirujano José Murillo y la ejecutiva Raquel aguantaban el chaparrón emocional mientras doña Lupe sentía con el homenaje parte de sus desvelos y entrega al entrevero familiar. Romay Beccaría dijo que estábamos allí convocados por dos grandes corporaciones sanitarias y observó asombrado la unanimidad en el reconocimiento al Dr. Murillo por todas las profesiones sanitarias. Y matizó que supo seguir el dictado de Winston Churchill, «en la derrota, desafío, en la victoria, magnanimidad». Para Ana Pastor nadie hallará en Diego Murillo «rastro de desaliento ni asomo de rendición ni resquicio para el abatimiento, sino superación y ganas de trabajar». Núñez Feijoó puso acento en el gestor. «Ese médico y ese gestor que hoy es Diego Murillo nos da a todos una lección. Y es capaz en la España de la crisis de gestionar una institución con seiscientos mil mutualistas y de dar diecinueve millones de euros de beneficio». Seguro.
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