Julián Cabrera

Ébola y cabezas políticas

De los dieciocho ministros de Sanidad que ha habido hasta la fecha en nuestra actual democracia, desde Sánchez de León hasta Mato, sólo dos eran médicos. Carme Chacón sin ser militar fue una más que aceptable ministra de Defensa, mujer, catalana y pasando revista a las tropas embarazada. Sin embargo, situaciones como esta «crisis del ébola» vuelven a traernos el pedaleo sobre la profesión del ministro de turno, tal vez ignorando que lo que importa es su visión política, dirigida hacia la buena gestión de sus equipos.

Ni el ébola es una cosa de «negritos», –me pregunto cómo se contemplarían hoy nuevas avalanchas masivas en Ceuta y Melilla–, ni España ha dejado de tener una Sanidad Pública envidiable. Y quienes ponen esto en cuestión, sencillamente desconocen lo que hay en nuestro entorno.

Pero llegados a este punto se presenta la hora de la petición de unas responsabilidades políticas a cargo de la oposición, al menos más legítimas que la cascada de desatinos y oportunismos vividos en los últimos días, entre virólogos sobrevenidos, testaferros mascoteros y especialistas en incendiar redes sociales evocando los fantasmas del «Prestige», la colza o el Yak 42, paradigmas más de falta de reacción oficial que de una gestión deficiente.

Toda crisis se acaba cobrando tarde o temprano sus peajes políticos, pero cada momento y cada presidente tiene su escala de valores:

Rajoy no es dado a que otros le marquen los tiempos, tampoco ahora cuando la situación está en proceso de drenaje. Pero los presidentes siempre se pueden permitir prerrogativas de cinismo como aquella de Rodríguez Zapatero cuando cesó a Jesús Caldera al frente de Trabajo: «¿Por qué me cesas, José Luis, si esto de los papeles para todos era cosa tuya?...». «Pero hombre, Jesús, por eso, por eso».