Restringido
El aval de la experiencia
Es un gran atrevimiento en los tiempos que corren apelar al valor de la experiencia para que los electores del 24 de mayo dejen las cosas más o menos como están, justo cuando las cosas empiezan a estar mejor y el futuro parece encarrilado. Hace falta valor para renegar del «amateurismo» cuando sopla con tanta fuerza el viento del cambio y se impone, de forma más o menos atolondrada, todo hay que decirlo, la emoción de lo nuevo y la sublimación de la inexperiencia. Decididamente esto del PP es ir contra corriente. Eso explica que nada más hablar Mariano Rajoy, esta vez sin corbata, en la convención de su partido, rodeado de los barones de las comunidades, con el programa marco sobre la mesa, los activistas del cambio radical hayan incendiado las redes sociales. Lo más suave que se les ha ocurrido ha sido citar a Oscar Wilde en aquello de que la «experiencia es el nombre que cada uno da a sus errores». Supongo que también a sus aciertos. Así es la vida, un claroscuro, una urdimbre de experiencias. Y así es, desde luego, la vida política y el periodismo y la universidad y el mundo de los negocios, por citar lo obvio. La pérdida de la inocencia está a la orden del día y ¡ay de los que se ponen la etiqueta de puros e incontaminados! Yo no me fiaría de ellos un pelo. Deberían mirarse antes al espejo. En la confusión y la algarabía de las campañas electorales resulta más difícil ver la realidad de los partidos. Sólo se ven las etiquetas que llevan pegadas a ellos o las que les ponen los adversarios.
En el PP saben que, después del fuerte desgaste de gobernar en tiempos de crisis, es prácticamente imposible mantener el inmenso poder regional y local que poseen. Lo normal es que sufran pérdidas y llegue el tiempo de los pactos. Esperan, sin embargo, seguir siendo el partido de referencia. Confían en que, cuando llegue la hora de la verdad, la gente se fíe más de los políticos con experiencia que de los inexpertos, improvisados y casi desconocidos. O sea, que se cumpla eso de que más vale malo conocido que bueno por conocer, y aquello otro de don Eugenio D’Ors de que los experimentos, con gaseosa. Esa me parece que es la filosofía elemental, de sentido común, de andar por casa, del gallego Mariano Rajoy, un político al que le sobra experiencia y no le faltan cicatrices y claroscuros. El escenario de la representación de ayer era luminoso, moderno, con fondo azul y muebles blancos. Nada retrógrado. Los candidatos, expuestos, cada uno en su cómodo sillón independiente y movible, seguían atentos, pensativos, puede que preocupados, el discurso del líder indiscutible, antes de hacerse, sonrientes, con él la foto de familia. Quedaba claro el cierre de filas, condición para el éxito. Esta vez importa también, como ha dicho Rajoy, «conocer palmo a palmo cada rincón», porque la política no pasa por ahora de los términos municipales.
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