José Antonio Álvarez Gundín
El chollo del observatorio
Una de las creaciones más pintorescas del engorde burocrático al que se entregaron en la época de bonanza las autonomías y la Administración estatal son los llamados «observatorios» sociales. Los hay de todas las clases, colores y gustos, algunos tan peregrinos como el «Observatorio de la bicicleta» o el «Observatorio de género rural». Aunque ninguno tan pertinente como el «Observatorio del paisaje», de mucha aceptación en el nacionalismo catalán. España es un gigantesco parque temático de «voyeurs» en el que mucha gente observa lo que hacen los otros, cómo trabajan, de qué pie cojean y qué resultados obtienen. Ya sólo falta que se cree el «Observatorio de los observatorios».
Nada habría que objetar a este enfermizo síndrome del mirón si no fuera porque sus sueldos y sus aficiones se pagan en gran parte con nuestros impuestos, cada vez más altos y cada vez más confiscatorios. No parece que al contribuyente, agobiado estos días por culminar la declaración de la renta sin perder los nervios, le agrade saber que parte de sus tributos irán a pagar al, por ejemplo, «Observatorio Nacional de la Incontinencia», con todo el respeto para los incontinentes, que bastante tienen con lo suyo. Al PSOE, sin embargo, no le ha gustado nada que se haya suprimido el «Observatorio de la Sostenibilidad». Desde hoy ha dejado de funcionar este organismo, creado por el anterior Gobierno socialista con una dotación de 18 empleados y un presupuesto anual superior al millón de euros. La oposición recrimina a Mariano Rajoy su oscurantismo por cegar una valiosa fuente de información sobre la calidad «sostenible» de su política, acusación que no convendría despachar sin antes hacer una somera indagación. Veamos: ¿a qué se dedicaba el extinto Observatorio de la Sostenibilidad? Acudo a la fuente oficial y leo: «Seguimiento integrado de la sostenibilidad del desarrollo, apoyo a procesos de toma de decisiones y participación pública, desarrollo de capacidades de conocimiento, información sobre los procesos de sostenibilidad y divulgación de resultados». Es casi imposible utilizar más palabras para no decir nada. O mejor aún, a revelar demasiado, a saber: que este organismo es uno de tantos camelos que los gobiernos locales, autonómicos y estatales han utilizado para colocar a sus amigos, familiares y afiliados a costa del erario público. Puro humo, argucias de embaucador y naderías envueltas en una sintaxis grandilocuente con faltas de ortografía. Un chollo, vamos.
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