Manuel Coma

El coste de Grecia

La Razón
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Aunque se acepte, en principio, el plan de Grecia, el desenlace final sigue siendo altamente incierto, y lo único seguro es que, pase lo que pase, el coste será alto y no sólo en euros. Si no fuera por ello, toda la enmarañada trama de esta larga historia se parecería más a un rocambolesco vodevil que a una tragedia griega. Ahora Tsipras presenta, en el último minuto del plazo que le habían dado, un plan más duro para su país que el que logró que sus compatriotas rechazaran, después de que ya hubiera perdido su vigencia, y, entre medias, entre la convocatoria y la consulta, él dijera que bueno, que sí, que aquello que ya no existía y para lo que de todas formas había pedido la negativa popular, su Gobierno estaba dispuesto a aceptarlo. A todas estas, el referéndum fue de dudosa constitucionalidad y pende una demanda contra él por ese motivo. Pero resulta que toda la retorcida maniobra ha reforzado internamente al líder izquierdista y ahora su parlamento lo respalda, mientras parte de su partido se considera traicionado. Aunque se alcance un pacto, todo podría aún naufragar en la posterior y laboriosa redacción del acuerdo, con todos los detalles de sus condiciones, en donde se apretarán las tuercas para tratar de vencer la desconfianza de los más reticentes, con Alemania a la cabeza, sobre la fiabilidad de lo que Grecia firme. Finalmente, a pesar de todas los compromisos, Grecia puede no cumplirlo, como ya ha hecho varias veces, y no ya por una torticera maniobra de su jefe de gobierno, sino porque éste se le puede venir abajo o simple y llanamente por la resistencia pasiva de su pueblo, profundamente convencido de la absoluta injusticia con que está siendo tratado y muy hecho, además, a tales tipos de triquiñuelas y escamoteos, lo cual es una gran parte del origen de todo el problema. Si el final sigue sin ser previsible, no digamos el coste. Aunque lo que es seguro es que gran parte de la deuda no se pagará nunca, ni la acumulada ni la por acumular, pero entre tanto politiqueo y enrevesados cálculos financieros ya empieza a dedicársele algún pensamiento a otras dimensiones del asunto, con gran variedad de pareceres. La implicación transcendental que está más cerca del meollo de todo el tema es la que se refiere a cómo se va a ver afectada la moneda común por la solución que se le dé al problema. Parte esencial en todo momento de la estrategia de Tsipras y Varufakis, que no se privaba de acusar de terroristas financieros a sus colegas, mientras les solicitaba que siguiesen apoquinando, es el temor que suscita el posible impacto en el euro de una salida de Grecia. El supuesto generalizado es que la repercusión en su prestigio internacional y por tanto en su valor sería muy negativa. La verdad es que no hay precedentes de los que aprender, porque las uniones monetarias no prevén salidas y la europea tampoco. Claro está que las experiencias anteriores conducen a una más perfecta unión nacional, lo que no es nuestro caso. Es muy cierto que la mala gestión del problema tiene raíces estructurales en la naturaleza de la UE y su correlato monetario. Es un animal político muy extraño y sin igual, que se tambalea y sigue en proceso de construcción, pero no todos los miembros de la Unión más general lo son de la segunda y no puede descartarse que una extirpación de un tumor maligno, dolorosa pero con cierto éxito, no termine reforzando la confianza en toda la empresa y propiciando el arreglo de muchas de sus disfuncionalidades internas.