Macroeconomía

El desconcierto actual y el futuro (II)

La Razón
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Son muchos los analistas, profesores y estudiosos que han venido analizando la situación que vive el mundo actual, especialmente a raíz de la crisis económica que hemos padecido y seguimos padeciendo desde la caída de Lehman Brothers, con sus graves repercusiones en Europa, Rusia, China y países emergentes como Brasil. Y existen en todos ellos puntos en común respecto de los cambios producidos en nuestros sistemas económicos y financieros, y cómo han afectado a nuestras economías y a nuestra estabilidad institucional, política y social.

Mervyn King, ex gobernador del Banco de Inglaterra entre 2003 y 2013, señala que la crisis no es de las personas, y también del sistema. Hay que debatir sobre lo que se está logrando y lo que no, y explicar por qué algunas medidas económicas que han traído al desastre como la bajada de los tipos de interés, que llevó a incrementar el precio de los activos, del crédito y el endeudamiento sin aumentar capital de los bancos, lo que casi se los lleva por delante, hay que cambiarlas.

Para recuperar el crecimiento hay que hacer cambios en la economía mundial, en el obsoleto marco actual y las ideas políticas preconcebidas, o el sistema económico-financiero colapsará, con grave riesgo de conflicto político o militar.

Añade que el diseño que se hizo de la Unión Europea basada en una unión monetaria con un tipo de cambio que desangra la economía de los países del sur obligándoles a bajar precios y salarios y a una elevada tasa de paro o a un abultado déficit interior y exterior, y que impondría una posterior unión política en un calendario cerrado, lo que ha provocado es el Brexit, dañado la creación de una Europa unida y pacífica y facilitado el nacimiento de líderes y movimientos que se benefician de esta situación de malestar en la que les interesa permanecer para crecer política y socialmente a costa del mismo.

Rana Foroohar, adjunta al director de «Times», considera que hay que replantear la función de los mercados financieros para que vuelvan a servir preferentemente a la economía real, pues la economía financiera –la que compra activos para generar recursos, que recibe el 25% de las ganancias, y crea sólo el 4% de los puestos de trabajo– ha destruido gran parte de la economía real –la que crea, vende y compra bienes y servicios–. El préstamo para la compra de activos ha pasado del 2 al 7%, lo que significa menor creación de empresas, menor inversión en I+D+i, menor empleo, salarios más bajos y desigualdad. El valor de la empresa está ahora preferentemente en el valor de la acción, en el beneficio que obtiene y en la retribución de aquélla. Por eso considera que, de no volver a apostar por la economía real, el populismo seguirá creciendo a costa de la pérdida de confianza en las élites políticas y económicas.

Harry Markopolos, ex trabajador de Madoff, tardó 10 años en lograr que las autoridades financieras americanas desmontaran la fraudulenta estructura de aquél, a través de la cual ofrecía productos financieros con rentabilidades que nadie entendía cómo eran posibles, pero nadie se cuestionaba mientras las cobraban. Como decía, «nadie escuchaba, y nadie quería escuchar», añadiendo que las auditoras y consultoras forman parte del sistema y no sirven para controlar e impedir estos complejos manejos financieros, de manera que ninguna de las denominadas «Big Four» ha destapado nunca un solo caso de fraude.

O actuamos pronto en la dirección apuntada o las posibilidades de que la situación se complique aún más no son descartables.