Julián Redondo
El destino del santón
Hay seguidores del Madrid que atribuyen a José Mourinho poderes taumatúrgicos que ni siquiera él imagina. En el catálogo de títulos obtenidos en dos temporadas, con autoridad incontestable sobre la plantilla más cara del universo balompédico, ha obtenido una Copa, una Liga y una Supercopa. Aplausos, pero con los números en la mano no resiste la comparación, por ejemplo, con Villalonga o Carniglia, dos de sus antecesores en el mejor club de la historia, que los 100 años del siglo XX son más de una época comparados con los 13 del que avanza. ¿Cómo justifica, pues, la excelencia? En que los tres se los ha arrebatado al Barcelona. Y como ha ganado dos finales y una Liga al mejor equipo del siglo XXI, es por antonomasia el entrenador del Madrid en quién sabe cuántos decenios y hay que manifestarse para implorarle que cumpla los dos años de contrato. No sería difícil imaginar el signo de la manifestación si en Old Trafford hubiese ganado «el mejor equipo» y no el que se clasificó, bello durmiente en la Liga, campeonato al que su técnico renunció en diciembre.
«Mou» es un tipo con suerte, y no sólo por ser el entrenador de fútbol mejor pagado del mundo, también por la cantidad de fieles que arrastra, quizá no tantos como los pseudomadridistas que le detestan. Como periodista deportivo me importa una higa el destino del santón. Desapareció Jesús Gil y el sol no dejó de salir, ni los periódicos. Si se va en junio, que pase el siguiente; y si cumple, que no tire la Liga a mitad de curso. Sus seguidores y el campeonato lo agradecerán.
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