Pedro Narváez

El día del perdón

La Razón
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Tal vez sea el momento de convocar el ridículo Consejo de la Paz u otras cumbres del surrealismo hispano, algunas de las ocurrencias peregrinas de la campaña. Unos se dan a la paz y otros hacen la guerra de las galaxias por otros medios en busca de un taquillazo en el día del estreno. Va a resultar que Darth Vader es un refugiado español y estamos ya bajo la influencia del lado oscuro de la fuerza. Han criado cuervos y ahora nos sacan los ojos. Lo que no esperan es que estos bichos tendrán otras cuencas en las que anidar. No piensen que están a salvo porque ya vuelan descontrolados. Luego vendrán los demás. Las tribus acechan cerca del río. Es lo que tiene alimentar la kale borroka programática. La agresión al presidente es sólo un síntoma. Ay, tanto debate, tanto charloteo de teoría política trasladada a los medios, tanto experto de la comunicación no verbal, para acabar en el macarrismo ilustrado. De repente toda la corte celestial del periodismo caviar y equidistante, ese que levanta la nariz como si todo le oliese a caca de la vaca, metano contaminante, ha dado un curso CEAC de sociología aplicada, de psicología conductal para quitar hierro al matiz político. El propio presidente sigue la senda del perdón. Aquí no ha pasado nada. Hasta el cafre se arrepiente. Y los amigos que le jaleaban el miércoles. Qué bello es vivir. La política todo lo explica menos cuando no interesa entrar en asuntos turbios, no vaya a ser que el monstruo salga del pantano. Era un lobo solitario, y ya el problema deja de existir, se borra con un párrafo el puñetazo que dieron en la cara a los españoles que votaron a Rajoy para que fuera presidente del Gobierno. Y a los que no lo votaron. Que cada uno saque las conclusiones que quiera, así que el que firma conforma las suyas. No se den golpes de pecho y anímense a mirarse las palmas de las manos a ver si están relajadas y limpias de tanto escrache pseudo-intelectual y pendenciero. Y empiezo por los memos que emponzoñan las redes de comentarios tan graciosos que me parto la caja, hacen sorna con el «yo soy Rajoy», el socorrido lema solidario en plan chistoso. Ja ja. Ahora no saben dónde meter la cabeza. Esto sí que es una ley mordaza, porque a la que disientes te parten virtualmente la cara, que es lo que intentó el zumbado de Pontevedra con los que no piensan como él. Ánimo, chavales, estáis suficientemente preparados para llevar a España a la ruina del pensamiento único, ese en el que las palabras usan capucha y gastan faltas de ortografía. Todos podemos ser Rajoy, basta con que se lo propongan otros. Y así acaba la campaña, con las encuestas dándose tartazos como los payasos en el circo. Y con la tristeza de que los insultos de mentirijillas de otras contiendas se hayan convertido en piedras estelares de los nuevos soldados de la galaxia. Que usted vote tranquilo y lo disfrute.