Enrique López
El dramático apartismo
Que España es una gran Nación es una realidad que no requería de reforzamiento alguno para la asunción de la misma, pero no cabe duda de que el desafío independentista catalán está sirviendo para robustecer tal afirmación, a la vez que está provocando la consolidación de un orgullo de españolidad. Este orgullo es moderno, exento de prejuicios y ñoños clichés, profundamente democrático y tolerante, es un nacionalismo rejuvenecedor que devuelve a los españoles una ilusión aparcada, y que hace que nos sintamos partícipes de un gran país, de una nueva y vibrante aventura llena de prosperidad, y guiada por un profundo respeto a la libertad. En esta aventura cabemos todos y cada uno de los pueblos y partes de España, de sus grupos sociales y de sus corrientes ideológicas. Ortega distinguía el nacionalismo de las grandes naciones del nacionalismo particularista, del que el catalán es un claro exponente. Entendía que el nacionalismo particularista y ramplón no es en pequeño, un sentimiento igual al que inspira los grandes nacionalismos de las grandes naciones; podemos concluir que se trata de algo diferente desde el punto de vista cualitativo, no se da progresión cuantitativa alguna, y como dice el filósofo, es un sentimiento de signo contrario. Ortega entendía, y lo comparto plenamente, que los españoles no vivimos animados por el afán positivo de no querer ser franceses, de no querer ser ingleses, sino que lo hacemos poseídos por el formidable afán de ser españoles, de formar una gran nación y de disolvernos en ella. En sus palabras «por eso, de la pluralidad de pueblos dispersos que había en la Península, se ha formado esta España compacta. En cambio, el pueblo particularista parte, desde luego, de un sentimiento defensivo, de una extraña y terrible hiperestesia frente a todo contacto y toda fusión; es un anhelo de vivir aparte. Por eso el nacionalismo particularista podría llamarse, más expresivamente, apartismo o, en buen castellano, señerismo». Cuando se parafrasea a Ortega es muy difícil liberarse de sus concretas expresiones, porque su grado de conceptualización es tan elevado, que resulta por sí mismo tan definidor que lo podemos aceptar como categórico. Los impulsores del nacionalismo catalán quieren vivir a parte de España porque no quieren ser españoles, y esto, es un sentimiento que supera al de ser catalanes; por ello, no caminan por la senda hacia la creación de una gran nación. Este apartismo llevaría a Cataluña fuera de España y fuera de la Unión Europea, acercándose más a países como la República de Albania que a Holanda. La disolución de los pueblos de la que hablaba Ortega no significa renuncia alguna al sentimiento diverso de pertenencia a algo con nombre propio, pero ello, dentro del proyecto común llamado España, con lealtad hacia el resto de pueblos y gentes de nuestra Nación. La pretendida grandeza económica y cultural de Cataluña respecto al resto de España se ha esfumado en 24 horas, lo que demuestra que apartarse de España es, además de un error histórico, un grave perjuicio para los catalanes y resto de españoles. El pueblo catalán no se merece esto, y España tampoco, se está a tiempo de evitarlo.
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