José María Marco

El experimento andaluz

Las dificultades que ha tenido el recién elegido Parlamento andaluz para decidir los miembros de la mesa que lo presidirá a partir de ahora son el reflejo de una situación general andaluza, y de otra general. En cuanto a los dos grandes partidos nacionales, el voto de los andaluces refleja con una precisión casi cruel la dualidad, consolidada en la región, entre una parte de la sociedad que emprende y otra dependiente del Gobierno.

Si se tiene en cuenta la tasa de paro (34,2 por ciento a finales de 2014), el atraso económico (el PIB per cápita fue en 2014 sólo algo superior a la mitad del de Madrid) y los casos de corrupción, no es de extrañar que los resultados electorales susciten cierta perplejidad. Se pueden atribuir a la misma dependencia, que genera apoyos a un sistema de reparto muy peculiar. O bien a la falta de garra de la oposición, como se ha hecho con frecuencia. O incluso a una cuestión casi de orden cultural, que se podría resumir en la escasa afición de la sociedad andaluza al cambio, y los recelos que suscita cualquier perspectiva de renovación. El caso es que el PSOE, el partido del statu quo, mantiene un apoyo importante y que en cambio el PP no consigue el respaldo suficiente para que Andalucía emprenda otra vía.

La situación del Partido Popular es muy difícil, situado como está en una posición inestable entre la voluntad reformista, la prudencia de buena parte de sus votantes y la intrínseca desconfianza del centro derecha español ante cualquier movilización. La posición de los socialistas, aunque más desahogada, no resulta sin embargo mucho más sencilla. El radical conservadurismo social que ha abrazado, el mismo que deja fuera del mercado de trabajo a un tercio de la población y frena el avance de la región, tiene que conjugarse con un populismo sin freno para justificar la retórica izquierdista.

Así que los dos grandes partidos se enfrentan a contradicciones internas que reflejan una realidad en mutación. Esta requiere –y pronto- instrumentos específicos. Además, se enfrentan también a la fragmentación de sus propios apoyos. Esta fragmentación es consecuencia de la situación surgida de la crisis, pero también de las dificultades para adecuar el discurso y la acción a la nueva circunstancia. Desde esta perspectiva, los ejercicios de puro oportunismo político como los que ha realizado el PSOE en Andalucía no van a proporcionar ninguna solución. Son una huida de la realidad y contribuirán a dificultar aún más las cosas.