Julián Redondo

«El Fideo», tan pancho

Guardiola, que también es de esa carne que se han de comer los gusanos, sospechó la temporada pasada que la galerna madridista recibía impulsos arbitrales que, a su vez, ralentizaban la travesía del Barça, y lo dejó caer. Infundios. Ejemplar en muchos aspectos, Pep se dejó llevar por los bajos instintos del fútbol para poner en solfa las victorias de su único adversario, sin contar al Chelsea, que le apeó del burro continental. Pocos entrenadores evitan la tentación de culpar al sistema, al calendario o a los colegiados cuando sus delanteros no le hacen un gol al arcoíris, su portero se las traga dobladas y el meta contrario asiste de oyente a los partidos.

Como este año el viento sopla la popa azulgrana, Mourinho ha vuelto a creer en el inmenso poder del colectivo arbitral y acusa veladamente de su estrepitoso fracaso a los del pito, quienes, supuestamente, cada temporada obedecen consignas diferentes del mismo patrón, o sea, Villar. Piensa, como Guardiola el año pasado, que en Las Rozas se reúne el presidente de la Federación con sus colaboradores afines y designa al campeón de Liga y, ya puestos, al de Copa.

Lo fácil cuando vienen mal dadas es apuntarse a la moda de culpar al chachachá para justificar empates o derrotas inconcebibles. Di María ha seguido el ejemplo de su mentor para hacerle la pelota, ahora que su condición física requiere entrenamiento extra, o para recordarle que no es el suplente de Callejón. Afirma «El Fideo» que los 18 puntos de ventaja del Barcelona y los 7 del Atlético son barreras levantadas por los árbitros, que le tienen ojeriza al Madrid. Y como los otros, tan pancho.