Ely del Valle
El gesto y el contexto
El episodio de los «trabucaires» de Cardedeu, a los que hasta ayer sólo les conocían en su pueblo, no tendría mayor importancia si no fuera porque la situación está como está y es la que es. Como gracieta reconocerán que es para mondarse, vamos: los Monty Piton deben estar tomando notas; y como espectáculo lúdico, ya sabemos que en este país cualquier cosa que se haga bajo el amparo de unas fiestas patronales –de las que, curiosamente los independentistas siempre tienden a apropiarse para hacer patria– tiene bula: desde ponerle bolas de fuego a un toro en las astas hasta cogerse unos pedales de espanto, pasando por el lanzamiento de boinas o del DNI. Que cuatro paisanos inspirados sin duda por el españolísimo Goya hayan dado un paso más allá del tradicional tiro al pilón del alcalde y simulen el fusilamiento de un concejal no supondría ningún problema de gran envergadura si no fuera porque, en este caso, no se trata tanto del gesto como del contexto. Por un lado tenemos el reto independentista que no es más que el caldo de cultivo de un enfrentamiento social además de político; por otro, el hecho de que los del trabuco sean militantes de los promotores del desafío, y el «fusilado», el concejal que hace un año interpuso una denuncia porque unos grafiteros, convocados por ERC, adornaron con una enorme «estelada» el cartel de bienvenida del pueblo. Ni el gesto es espontáneo ni el contexto el más propicio para simulaciones de un gusto pésimo, ni la víctima, casual. Decía Abraham Lincoln que casi todos podemos soportar la adversidad, pero que si queremos probar el carácter de un hombre sólo hay que darle poder. A éstos les han dado un trabuco de pega y se han ido a poner en escena un pelotón de ajusticiamiento. Con eso, está todo dicho.
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