
José María Marco
El Gobierno ha dado la vuelta al desastre

El año 2012 fue el año del ajuste. 2013, el de las reformas; 2014 el de la recuperación y 2015 será el del despegue. El balance que hizo ayer el presidente del Gobierno incorpora un hilo para entender lo ocurrido desde el principio de la legislatura, una reflexión acerca de lo conseguido este año por los españoles, y un aviso acerca de lo que puede ocurrir a partir de aquí.
Lo primero tiene más importancia de lo que parece. Permite situarnos en una secuencia que empieza a cobrar sentido. Explica la labor del Gobierno en estos tres años cruciales y proporciona a la ciudadanía elementos que le ayudan a situarse. La crisis ha quedado atrás, y sólo tras dos años largos de esfuerzo y de cambio ha llegado una recuperación que todavía no ha alcanzado a todos pero que ya es visible para muchos. Las cifras que facilitó ayer el presidente son inequívocas. El Gobierno del PP y la sociedad española le han dado la vuelta al desastre y ahora los españoles pueden empezar a encarar el futuro con optimismo.
Además de las cifras – que ya resultan impresionantes de por sí–, Mariano Rajoy insistió en lo mucho que este año ha traído. La crisis del ébola y su superación, en primer lugar. Luego, el relevo que se produjo en la institución de la Corona, tan difícil y tan bien realizado. Por fin, la cancelación del referéndum independentista y la sugerencia acerca del inicio de una nueva etapa. El nacionalismo catalán ha querido aprovechar la crisis económica, ha forzado hasta el límite su capacidad de movilización y a partir de aquí sólo le queda una elección: el enfrentamiento abierto, con un apoyo social que irá menguando, o aceptar la política de concordia que le ofrece el Gobierno. (Se recordará que la palabra concordia es un término que viene, en este contexto, de Cambó.)
Todo esto entraña varios avisos para el futuro. El fundamental es el de la necesaria estabilidad. El esfuerzo realizado y el progreso por venir se echarán a perder si no hay estabilidad. Rajoy no gusta del estilo de confrontación propio de varios de sus predecesores. No por eso deja de ser menos claro. El peligro de desestabilización era grande con la crisis. Ahora, con la recuperación, no se va reducir. Más bien al contrario. Se van a jugar todas las cartas, hasta las más sucias, para impedir que el Partido Popular continúe en el Gobierno.
La propuesta de reforma constitucional es una de ellas. Otra es la coalición de una izquierda que su propio radicalismo ha llevado a la dispersión y a un populismo cada vez mayor. Y otra es la competencia dentro del centro derecha por parte de pequeñas organizaciones que se sienten capaces de atraer un voto crucial. Frente a todo este panorama, Mariano Rajoy construye su argumento político.
Los electores ya saben el desastre del que venimos, el que hemos rozado con el desafío independentista catalán y el que les espera (o nos espera) de ganar las elecciones una izquierda demagógica o antisistema. La oferta que realizó ayer el presidente del Gobierno no se dirige a movilizar a nadie. Se dirige a consolidar su voto y a recuperar a los electores de la derecha y, sobre todo, del centro. A todos ellos les sugirió lo que va a ocurrir en España de no ganar con mayoría suficiente para gobernar el Partido Popular. Lejos de cualquier triunfalismo, Mariano Rajoy lanzó ayer un aviso sobre el que cada uno habrá de pronunciarse dentro de poco.
El presidente del Gobierno apuesta por el realismo, tan propio de sus compatriotas. Quizás sea un poco descarnado, pero es lo que hay.
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